Tractado del arte de escribir bien: obra
utilísima para que los estudiosos puedan con facilidad aprender todas las
formas de letras./ Agustín de la Veracruz (O.F.M.)/ En casa de Juan
Cromberger, Nueva España, 1540.
Tinta dorada.
/Se tomará un
huevo y se le harán dos agujeros por los dos cabos para que pueda salir la
clara, y quede dentro la yema. El cual después se llenará de azogue, e
inmediatamente se sellarán los agujeros con lacra u otra cosa muy fuerte, y se
pondrá a cobijar debajo de una gallina, o en estiércol por espacio de quince o
más días. Después se quitará, y verán que tiene un color muy bello para
escribir. (...)
La composición.
/Se hará un pincel
con pelos de cola de marta cibelina introducidos en un canutillo de pluma de
oca, y se mojará en el preparado de huevo para dibujar una gran M capital que
ocupe la izquierda de la futura mancha de imprenta, en la hoja previamente
tratada con bilis de buey mezclada con clara. Se podrá miniar, y se agregarán
adornos, bordes y decoración, siempre en rojo y verde. Junto a la capitular se
introduce el bestiario apocalíptico, poniendo mucho cuidado en que no
sobresalgan los animales fabulosos, aprisionados entre motivos florales.
/En caso de fuga,
recúrrase al plegado rápido en dieciseisavo; con precaución, para evitar
matanzas de tinta. Otra posibilidad es barnizar la capitular rápidamente con
goma arábiga para aprehender a las bestias. Se conocen pliegos de pergamino que
han albergado monstruos incontenibles durante décadas, con grave peligro para
el lector.
Apostillas: Los bestiarios bizantinos suelen ser más esquivos.
Cuanto más amplio
el motivo, tanto más innecesario el texto.
Una buena capital alumbrada no requiere autor iluminado.