Félix Terrones. La constancia del viento
EL VIENTO EN TU CARA. Nazarí, 2014
Félix Terrones es un joven escritor (Lima, 1980) que
ha publicado dos novelas, A media luz, 2003 y El silencio de la
memoria, 2008, y un libro de cuentos, Cenizas y ciudades, 2014, y
que en su cuarto libro se adentra en el terreno del microrrelato. El viento
en tu cara es una etapa más en la trayectoria de una expedición narrativa,
una búsqueda formal.
No es fácil
encontrar autores que emprendan un camino de aprendizaje en un momento en que
predomina el afán por llegar cuanto antes a una meta con una calidad literaria
meramente digna. Y por supuesto son extraordinariamente escasos los autores de
gran ambición. No parece que Terrones se encuentre en ninguno de los dos polos:
el conformismo o la desmesura. El viento en tu cara es una obra
equilibrada y coherente tanto en su estilo como en su arquitectura.
El libro reúne
84 piezas breves que se organizan en tres partes: “Criaturitas angelicales”,
“Ellos y ellas” y “Periferias del silencio”. Una conjunción desigual (21-38-25)
que obedece a tres núcleos temáticos, pero que por encima de todo conforma una
propuesta: la búsqueda de un significado para la realidad, que se muestra desde
múltiples ángulos.
No por casualidad, el primer relato establece los
parámetros dentro de los cuales va a desarrollarse el libro. Metaliterario,
borgiano, “Una vocación” anuncia un Terrones culto, sutil, hábil con la
elipsis, diestro en la sugerencia. De un modo indirectamente biográfico (el
escritor de cuentos retado por el escritor de cuentos), “Una vocación” marca la
consciencia literaria de todo el volumen.
Nada es fortuito en El viento en tu cara. De
todos los microrrelatos, apenas cuatro utilizan la tercera persona. Esa voz
personal y directa que nos habla, a veces desde el yo y a veces desde el
nosotros, responde a una deliberada expresión de la subjetividad. Es el yo
quien se cuestiona el mundo; distintos yos los que muestran su sorpresa,
perplejidad y vértigo. Minuciosamente encadenados, los relatos de la primera
parte hablan desde un gran sentido de pérdida de la infancia, de la inocencia o
del pueblo de origen, y utilizan juegos de proporciones y desproporciones para
situarnos frente al vertiginoso paso del tiempo y la desaparición de las referencias.
Imposible no sentir la presencia de lo biográfico conociendo el itinerario
vital de este profesor de la Universidad de Tours.
En la segunda parte, en cambio, la temática se
desplaza más hacia el anhelo y lo inalcanzado, y cobra mayor relevancia el viaje.
En todo momento, la ansiedad por lo que ya no existe o no se puede encontrar se
expresa a través de amplios arcos temporales que engloban un amplio periodo de
la vida del personaje. Un efecto magistral para las leyes del microrrelato,
conseguido mediante un tratamiento quirúrgico del tiempo narrativo en la
primera parte, y mediante literarias “rutas” trazadas por papeles,
casualidades, llamadas o, acaso, encuentros furtivos en la segunda.
Levemente académico es el tercer bloque. De
“Justicia poética” en adelante existe una reflexión sobre el arte de escribir,
pero Terrones no cae nunca en un estilo envarado, autocrítico. Si bien hay
cierto sabor borgiano en su sintaxis y en la adjetivación, a menudo trimembre y
muy bien calibrada, el autor cumple con el “escribir como quien respira”
cortazariano, alcanza la naturalidad en el ritmo y la riqueza de las frases, lo
que seduce fácilmente al lector.
Como ha dicho en una de sus entrevistas, Félix
Terrones cree que el escritor debe tener “mucha humildad para renunciar a la
escritura genial. Los escritores geniales son un puñado, el resto es gente
común pero con la sensibilidad suficiente para encontrar una forma literaria
personal, única”. Él es extraordinariamente coherente con esta visión. Su voz
no se esmera en el virtuosismo, la exhibición o la retórica, pero se expresa
con flexibilidad y riqueza, musicalidad, precisión y énfasis. Textos tan
potentes como “En un país desconocido”, “La velocidad de la luz”, “El viaje
infinito”, “Malentendidos”, “Una leyenda antigua”, “Duelo”, “El placer de
viajar” o “La moneda” no pueden dejar indiferente a nadie.
Decididamente, un raro caso de apuesta consciente
por la literatura como corredor de fondo. Alguien que nos hace esperar, con
expectación, a su próximo libro.
Susana Camps Perarnau
Esta reseña ha aparecido en el número 372 de la revista Quimera (octubre 2014).
Susana, no sé cómo, pero leeré a Félix Terrones.
ResponderEliminarEscribe, lo que quieras, pero escribe, por favor.
Saludos.
Huy Gustavo, muchas gracias amigo... ¡Un abrazo!
EliminarMil gracias por tu lectura, Susana. Recibe un abrazo agradecido! Félix.
EliminarGracias a ti, Félix, por un libro tan sólido y coherente.
Eliminar