Foto: David Larrosa, 10 años

martes, 3 de mayo de 2011

DECEPCIÓN

   Los que tomamos cada día el metro sabemos cuánto tiempo lleva la tarta Sacher del bar del vestíbulo bajo la campana de cristal del mostrador. La señora María, en cambio, lo ignora; lo sé por el entusiasmo con que la señala.
   Desconoce que van a servirle una caduca inauguración pastelera. Su golosa debilidad dará pie a semanas de tarta Sacher expuesta con una ración menos, picuda cata que no alcanzará a retar a otro viajero en ayunas (no, al menos, a los que tomamos cada día el metro), sino que la pondrá en la cola de la larga exposición de tentaciones de cartón-piedra que se alinea en el mostrador.
   Incauta, María disfruta de la emoción del momento: laboriosamente equilibrada sobre el taburete del bar, un ala del abrigo apuntando al suelo, espera boquiabierta a que el camarero eleve a cámara lenta el cuchillo cebollero, calcule el centro y, sin titubear, seccione (verdugo profesional) las entrañas chocolateadas de la tarta. Luego arropa la porción en una servilleta, como un pañal, deposita la ración ante María y coloca unos cubiertos a ambos lados.
   La comensal cabriolea anillos en el aire y les da la bienvenida con ánimo juguetón. Ni siquiera le preocupa el estado de su carmín al primer bocado; arremete con infantil entusiasmo. Sólo tengo que contar tres segundos para confirmar, por la contrariedad de la expresión, el efecto de la Sacher en su boca.
   Duda un instante antes de asegurarse (uno, dos movimientos rumiantes) de que el cadáver no es realmente comestible; deposita muy seriamente el tenedorcito sobre el plato; con la servilleta desprendida, se da unos toques en las comisuras del carmín como quien quiere recomponer la virginidad perdida.
   Entabla con el camarero un diálogo desconcertante. Desde mi posición en la esquina del vestíbulo no consigo descifrar nada, pero se diría que no hay una auténtica reclamación. Se diría, por ese doble ladeo de cabeza que le conozco bien, por el modo en que se arregla sin arreglarse el pelo, que, por el contrario, busca alguna compensación equitativa. El muchacho, ya no tan joven, sí entiende a la señora María. Le sonríe largamente, le dedica una mirada fija. Y sin mediar palabra, le sirve un Soberano.
   Anoto: coñac a las diez de la mañana.
   Un rebaño de viajeros se interpone en mi observación durante más de un minuto y, cuando el espesor se deshilacha, la señora María se teletransporta molecularmente ante mí. Me asusta tanto que el corazón me da un vuelco. (Entonces mi atuendo de pedigüeño no ha bastado, he estropeado la investigación; en un instante las imágenes del despido se suceden vertiginosamente ante mis ojos, y me pregunto si al marido le bastará con las fotos del camarero salpimentadas con supuestos.)
   Ella me observa con pasmada fijeza.
   -Tome, buen hombre –dice, y me alarga algo.
   Balbuceo torpemente “gracias”. Envuelta en servilleta blanca con manchas de carmín, recojo la cuña mordida y mórbida de la pétrea Sacher. Entre mis manos, es sólo un gorrioncito herido.

7 comentarios:

  1. Qué pocas veces pasa que dé igual el final de un micro. Sólo cuando se disfruta tanto el recorrido.
    Saludos
    Gabriel

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  2. Qué bueno, me he sumergido en la lectura y teletransportado molecularmente a ese espacio, en aquel momento, cuando el gato de Schrodinger dejó de ser un pedazo de tarta para mostrar su corazón de gorrión, en manos de un pordiosero que tampoco lo era :-)

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  3. Gabriel, ¡muchas gracias por la generosidad del comentario! Cargo mis pilas de recién llegada.

    Odys, bonita imagen a partir de la teletransportación (palabra que siempre me recuerda al señor Spock... en blanco y negro). Supongo que la señora María está tan viva y muerta como el gato de Schrodinger, la pobre. A ver si la recupero otro día.

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  4. Encantadora historia que los que hemos sido asidua al transporte público hemos vivido esta escena alguna ves y por ello al menos a mí me resulta familiar. Me a encantado.

    Un besote ;)

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  5. Muchas gracias, Muerte Roja. Me encanta que te encante.
    Abrazos.

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  6. Como dice Propi te metes en la historia y estás plenamente interesada en lo que ocurre, en esa estampa. Muy buena caracterización y me gustan las descripciones que utilizas tan personales.

    Saludos!

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  7. ¡Gracias por pasar, Rosana! Tu apoyo es un lujo.

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