Un día llegó al palacio un dragón tan
grande que atemorizó a toda la corte. Aunque los soldados y la guardia lucharon
denodadamente contra la bestia, los cortesanos tuvieron que encerrarse tras los
muros del castillo para salvaguardar la vida. Transcurridas varias semanas de asedio, el
rey se abrigó en las sombras para escapar del castillo con la intención de
acudir a su lejana colonia de Ritvania en busca de refuerzos. Entonces, la
corte rogó al príncipe que acaudillara la defensa del palacio, pero el joven
aludió a la conveniencia de sus nupcias reales, que asentaban una alianza
internacional, y salió en busca de su futura protección. El castillo quedó en
manos de la reina, que apaciguó a los cortesanos y les prometió que resistirían
juntos el acoso de la bestia.
Paulatinamente fueron abandonando el
palacio todos los caballeros, cada cual con motivos bien fundados. Cuando sólo
quedó la reina y su dama de compañía, la soberana despidió a su amiga, dejó
caer el puente levadizo y acató el triunfo de la bestia, que tomó todas las
estancias del palacio. Todas menos la cámara imperial, donde se recluyó la
reina.
Pasaron los años, cesaron los recuerdos,
se asumió insensiblemente la pérdida de la soberana. Los zarzales escalaron los
muros de palacio y lo cubrieron, dejándolo impracticable.
Un día, siendo ya viejos la reina y el
dragón, la anciana dejó entreabierta la puerta de su dormitorio. El monstruo
advirtió lo excepcional del gesto y accedió al único reducto que no le
pertenecía. Sobre la almohada real se extendía la larga melena gris de
su única adversaria. Estaba muy enferma. El brillo de la perla mágica que el
dragón llevaba colgada al cuello hizo que la reina abriera lentamente los ojos; balbuceó:
-Pasa, viejo
amigo. Es el fin, y sólo tú serás testigo
de mi muerte. No habrá duelo en este mundo olvidado.
La bestia se inclinó sobre la única
persona que merecía su respeto y, con extraña sumisión, rozó la frente
de la soberana con la perla curativa, fuente de inmortalidad.
Sólo entonces vio, asomando entre las
sábanas, la mano menuda, blanca y azul que sostenía el arma.
-Te ha
costado mucho enfrentarte a la muerte –dijo la reina.
Los zarzales se desplomaron sobre el
foso del palacio.
Vaya con los caballeros y el rey, que no se merecían una reina como esa.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, especialmente, cuando dices "cesaron los recuerdos". Anda, que no han de pasar años para que cesen. Nunca había pensado en lo grande que puede ser era medida de tiempo.
Y la lucha sin cuartel, entre dos titanes, en la que ella no cede.
Buen cuento. Lo peor de él: ellos.
Un beso, Luisa
La soledad de tu reina me ha recordado... bueno, mejor que no siga por ahí, mejor que no.
ResponderEliminarEl texto se lee de un tirón, y me gusta mucho la gestión de la tensión narrativa, pues ni al final alteras un ápice el registro. Una cuento de los de antes, pero con todas las implicaciones modernas, y metáforas, metáforas...
Abrazos.
Por encontrar, alguna vez, un cuento como éste, es que soy una lectora empedernida.
ResponderEliminarCon tu permiso, me lo llevo para mi facebook, Susana.
Abrazos!
Menudo final, Susana. Me llevaste por donde quisiste y me lanzaste el fogonazo final, con las fauces abiertas. De una así no se salva ni Sant Jordi. Un abrazo.
ResponderEliminarAcabó con el dragón y se hizo inmortal, vaya resultado. Es una hermosa manera de mostrar que se debe esperar el tiempo que sea necesario, pero nunca olvidarse de cuál es el objetivo. Sea para matar a un dragón o para conseguir cualquier cosa en esta vida.
ResponderEliminarCon imágenes de príncipes y castillos, me retiro de su corte.
Un beso.
HD
Que bien logrado el relato y un final estupendo
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha encantado Susana y estoy con el comentario de Luisa, lo peor "ellos"
ResponderEliminarBesos desde el aire
Precioso cuento Susana. La paciencia es una virtud que se sirve en dosis pequeñas pero bien medidas. La imágen de los zarzales caídos me encanta, y esa mano azul y blanca que sostiene el arma, me parece tan visual como los mismísimos caballeros abandonando la corte.
ResponderEliminarSe lee, y se ve, y eso en un cuento siempre es muy importante.
Felicidades por tu relato de castillos y dragones.
Un beso.
Parece un final feliz, o, quizás, un final triste. En cualquier caso, la vida sí se consumió de forma triste, sin haberse rozado ni una de las miles de noches que cada uno aguardaba al otro lado de la puerta. Brillante enseñanza Susana, genial. Cuántos dragones y reinas vivimos unos al lado de otros, y sin llegar a tocarnos. Todos tenemos nuestra perla mágica, aquella que nos hace revivir, pero es mayor nuestro orgullo, y por ese miedo a enfrentarnos a la muerte -del que hablas-, nos enfrentamos en cuerpo y alma a la vida.
ResponderEliminarMuy bueno. Besos.
Sí señor, un cuento cargado de mensajes y magnificamente llevado hasta su final.
ResponderEliminarCuando el barco se hunde, hasta las ratas huyen, sin embargo, la perseverancia se unió a la paciencia para ganar la última batalla.
Genial
Este relato, escrito en una prosa de elegante aliento lírico, tiene una respiración narrativa tan acertada que el lector llega al final deseando que la historia no se acabe.
ResponderEliminarSubyace en él una crítica profunda por debajo de ese tono preciso, ajustado a cierta sensibilidad.
Brillante, Susana.
Un abrazo,
Cómo disfruto leyendo estos tipos de cuentos, es que los vivo Susana, me traslado fácilmente a esos mundos mágicos y hechizados.
ResponderEliminarGracias por estos momentos de lectura.
Un beso grande :D
No esperaba para nada el final. Un cuento con reina como heroína, que aposta por la paciencia para un buen final. En estos tiempos de conseguirlo todo por la vía rápida es soplo de aire fresco.
ResponderEliminarMe encantó.
Abrazos de reinona.
Qué cuento más bien contado. Susana, es un cuento de los de siempre para los de ahora. Si uno quiere encuentra metaforas y mensajes subliminales por todas partes. Y el final ese que llega después de que casi llegue el final del cuento, me parece un final lejos de cómo acabaría un cuento tradicional, y es una de las cosas que lo hace especial. Igual no me está entendiendo ni dios, que esa es otra.
ResponderEliminarUn abrazo, recién hecho.
Me encantò, lo leo y se me aparece en 3D..Bello final!!!Romadrina
ResponderEliminarQué interesantes interpretaciones aportáis hoy. Muchas gracias, LUISA, AGUS, PATRICIA, VÍCTOR, HUMBERTO, LAPISLÁZULI, ROSA, LAURA, ARTE PUN, ENMASCARADO, PEDRO, NIEVES, LOLA, MIGUELÁNGEL y ROMADRINA, por pasar y por darme vuestra visión. Abrazos.
ResponderEliminarYo quiero la película. Desde aquí pido la adaptación a la gran pantalla. Ya. En 3D, claro. Y mejor si no es para todos los públicos.
ResponderEliminarAbrazos Susana.
Y a mi que el que me da pena es el dragón... Vaya reina, testaruda hasta la muerte. Me quedo en superficie esta vez, me gusta la historia por si misma y no necesito la otra del segundo plano. Quizá en la tercera lectura.
ResponderEliminarReconozco que ese cambio de efecto de la mano blanca y azul me ha dado vértigo y todo.
Enhorabuena, un abrazo,
No olvides el paraguas mañana, bueno hoy
Faltaba algo así Susana: terminar con los finales clásicos de los cuentos de Hadas, donde el caballero noble es la batalla. No, también son humanos, son cobardes y tienen miedo. También las mujeres sostienen espadas. Es un final de victoria, de gran espera, proponiendo a la confianza como el arma más efectiva. Y sí, se lee de un tirón, y las imágenes pasan por nuestros ojos. Me gustó mucho esta parte: "Pasaron los años, cesaron los recuerdos, se asumió insensiblemente la pérdida de la soberana. Los zarzales escalaron los muros de palacio y lo cubrieron, dejándolo impracticable" Como de principio de leyenda. Por acá saludándote después de unas vacaciones en mi tierrita Susana.
ResponderEliminarAbrazos.
Me encantan los cuentos con dragones y el tuyo, Susana, está excelentemente logrado: fluido y muy visual. No es sencillo escribir así. Enhorabuena.
ResponderEliminarSólo una cosita menor: entre la segunda y la tercera oración has usado dos “tras” muy seguidos y se “sienten”. Y una cosita que me suena raro: el uso de “impracticable” para describir los muros cubiertos de zarzales.
Saludos
Buenísimo, Susana. Muy entretenido, y deja reflexionando.
ResponderEliminar:)
Qué bien contado, Susana. Una reina con conciencia de lo que hace, y que la lleva hasta el fin de sus consecuencias. Es raro de ver hoy día, pero ha merecido la pena pensar que es posible.
ResponderEliminarUn abrazo
XESC, FERNANDO, ESKIMAL, GABRIEL, LUCAS, ANITA: muchas gracias, tomo nota. Abrazos
ResponderEliminarHas escrito un cuento de hadas maravilloso. Tu fábula tiene esa clase de final que sin ser feliz tampoco amarga. Enhorabuena, querida Susana. También a mí me dejó pensando como a Agus.
ResponderEliminarBesos
Me gusta tu cuento para leerlo tal cual, sin buscar mayores profundidades, porque cada imagen que regalas se prende de la imaginación del lector. Esos zarzales escalando el muro, el paso de los años que se nota, la extraña sumisión del dragón o esa mano menuda, blanca y azul… todas son imágenes muy poderosas, partes del hechizo bajo el que cae quien lee esta historia.
ResponderEliminarLa reina, esta reina es un inmenso personaje dentro de esta historia de amor en el tiempo.
Como siempre es un placer leer y releer tus palabras.
Besitos
¡Gracias, GEMMA, ELYSA! Un abrazo.
ResponderEliminarPasaba a saludarte y a desearte un buen día.
ResponderEliminarDesde Jaén un saludo y feliz semana
He vuelto a la niñez para sorprenderme con el final también como una enana.
ResponderEliminarGenial, Susana.
Abrazo de domingo tranquilo.
¡Excelente!
ResponderEliminarImpredecible final, aplastante.
Me gustó, muchísimo.
¡Felicitaciones, Susana!