Cuando teníamos el bar en la Barceloneta nos llamaba la atención un cliente que venía a tomarse un agua mineral vestido con pantaloncitos cortos. En aquella época era raro (el agua mineral y el pantalón corto). Le llamábamos el de las pantorrillas, porque el sujeto lucía unos gemelos que triplicaban, sin exagerar, el tamaño de los tobillos. “El día que venga en pantalones largos no le vamos a conocer”, bromeaba mi padre que, como buen mesonero, siempre acertaba en sus predicciones. Pero esta vez no acertó. Yo sí reconocí al individuo modestamente trajeado que se acercó a Pompas Fúnebres a darme el pésame por la muerte de papá.
Poco después empecé a salir con él. Vendí bien el negocio y nos casamos. Él alternaba sus días de frutero en el Borne con noches de ciclista aficionado. Recorría el muelle entero, de la Barceloneta a la Zona Franca. Yo pensaba que dejaría de hacerlo en cuanto naciera nuestro primer hijo (aquella afición me daba mala espina); pero no acerté, porque fue precisamente entonces cuando empezó a formar parte de un equipo profesional y a ausentarse también los fines de semana.
Al séptimo mes de embarazo me fui sola al hospital y di a luz gemelos mientras él entrenaba. Ahí me di cuenta de que la vida no era un libro codificado, sino la pirueta de un bufón con mala leche; estaba más sola que la una. A pesar del tirón doméstico de los bebés, él siguió con su bicicleta, y quizá más, aunque eso sí, me puso nodriza. El patrocinador le había adelantado dinero y podíamos permitírnoslo, dijo. Yo empecé a sospechar que su actividad portuaria era demasiado rentable y le imaginé una vida secreta. Pero los gemelos me tenían muy ocupada para investigar, y como al fin y al cabo nunca acertaba, pues lo dejé correr.
Con el tiempo mi marido llegó a ganar dos Vueltas a España y se convirtió en una celebridad. Tuvimos que cambiamos de casa y de barrio. Una vez hasta salimos en las páginas en blanco y negro del ‘Hola’ regalando el cheque de Cola-Cao. Aún así, él seguía entrenado todas las noches en el muelle con su bicicleta vieja, como un gran futbolista con apego al barrio. Y eso fue lo que finalmente le mató, no otra cosa: un camión de fruta lo arrolló una noche en que circulaba a oscuras. Le había fallado la dinamo. O bien tenía otra vida, claro.
Lo que son las cosas: no pude reconocer el cadáver de la morgue porque no era más que un bulto desfigurado. Sólo sus gemelos de ciclista le identificaban. Al final mi padre tendría razón, pensé mientras contemplaba a los niños correteando en pantaloncitos cortos, con tremendas pantorrillas al aire, por el camposanto de Montjuich. O bueno, la tendría si es que realmente el individuo trajeado que me había dado el pésame años atrás era el de las pantorrillas, y no otro aficionado al ciclismo. Aunque ahora ya da lo mismo, porque la historia vendría a ser igual.
Dedicado a Fernando Valls con un saludo afectuoso
Me gusta mucho esta historia entre el destino o la casualidad porque nadie puede asegurar quien es quien, ni siquiera si murió. Muy bueno
ResponderEliminarSaludillos
Muy bueno, me gustó este par de gemelos.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Me encanta la imagen espejo que usás para hablar de los gemelos que tuvo el personaje (hijos) y los gemelos que distinguían al marido ciclista.
ResponderEliminarTambién el espejo entre el bar, la muerte del padre, la muerte del marido, lo que Borges llamaba "magia en la literatura".
Preciso, exactísimo en ritmo y tiempo como un buen concierto.
Bravo, Susana!
Creo que sí, la vida se parece más a la cabriola de un bufón encabronado...
ResponderEliminarVidas secretas, vidas paralelas. Desconfianza. Ella le rememora como si se tratase de un extraño, alquien con quien compartió cobijas, un techo y unos hijos, pero no intimidades. Y al morir ni siquiera dejó un vacío, tan solo interrogantes. Y dos pares de esplendorosos gemelos.
Eres aficionada a las bicis, ¿verdad? Aunque no sé si tanto como para que te conozcan como la de las pantorrillas :-) Lo digo porque creo que es el segundo relato en el que aparece el ciclismo como hilo conductor. Y por la foto, claro.
Gracias Puck, esa era la idea: que hasta de su muerte pueda dudar la protagonista.
ResponderEliminarMe encanta que te guste, Rosa. Abrazos.
Te agradezco mucho este comentario tan generoso, Patricia. Sí había una idea preconcebida de ir doblando imágenes; el ritmo surgió porque lo escribí de una sentada (que es como yo lo controlo mejor, aunque luego lo peine y repeine). Besos mil.
Lamento decepcionarte, Odys, pero mis pantorrillas no son nada del otro jueves. Lo que practicaba hace años era aerobic, y como una posesa, hasta que me destrocé un pie (el izquierdo, como el Diablo Cojuelo... ¿alter ego del enano encabronado?), por lo que ahora hago poco ejercicio. No te cuento en qué otro deporte sobresalí porque seguro que le sacabas punta, ¡que ya te conozco, bacalao!!!, jeje. Pero gracias, desde luego, por tu lectura.
Ándale, acá hay una confusión genial, Tal vez se casó con otro y no con el que pensaba y claro, ya poco importa porque el tiempo se le fue en la bicicleta y ella poco sabría más allá de la pantorrilla.
ResponderEliminarPor segunda vez vuelvo a leer porque hay muchos matices en este micro. Esos gemelos de las piernas, y esos gemelos hijos, esas sospechas sobre el trabajo del marido y hasta esa duda final sobre si era el de las pantorrillas o no con el que se casó. Y sobre todo me llama la atención el hastío con el que lo cuenta. Esa dejadez de dejarlo correr.
ResponderEliminar¡Pues eso! Que este micro tiene mucha “miga” y mucho trabajo.
Besitos
Un texto excelente que atrapa por el ritmo y por las dudas que la protagonista al final logra contagiarnos.
ResponderEliminarSaludos.
Excelente, Susana, es de los que se pueden estirar hasta convertirse en novela, abarca unas vidas muy bien hurdidas y sintetizadas.
ResponderEliminarMe alegra leerte.
Un abrazo.
Eskimal, pido permiso para retirar la pata: ya entré en tu blog y vi que no eras "Eskimal del Sur" precisamente... aunque gracias por el "ándale", todo ayuda. ¡Gracias por pasar! Te leo.
ResponderEliminarElysa, te agradezco mucho esa lectura tan atenta, es un honor. Como otros textos, éste está saliendo por donde no me esperaba. Yo lo quería más liviano y alegre.
Gracias Gabriel. Creo que es más relato que micro, pero me parece que me pasa como a ti, no me apetecen las formas con molde. Oscilo(funambulo).
Lo dicho, Isabel. Aunque ¿tanto como novela? No sé. Muchas gracias por tu comentario, te leo.
Susana Camps
Mis felicitaciones, Susana. Después de discutir en días pasados sobre la banalización del microrrelato, he aquí que leo y reconozco uno bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchisimas gracias, Antonio; en el contexto en que me sitúas, tu valoración es doblemente halagadora. Y tu visita un lujo. Abrazos.
ResponderEliminarSusana Camps
Muy divertido, Susana. Y sin embargo, tras leerlo me ha quedado la sensación de que a tu protagonista la vida le pasa por delante (en bicicleta, claro), sin que la tenga en cuenta a ella para nada.
ResponderEliminarUna pieza estupenda, como dice Antonio.
Un abrazo
Muchas gracias, querida Susana, me siento muy honrado. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Gemma. Veo que la asepsia de la protagonista ha llamado la atención... es divertido ver que no controlas el micro, ¡con lo que me gusta controlar! Resulta muy útil.
ResponderEliminarObviamente el honor es que me leas, Fernando, muchas gracias.
Susana Camps
Muerte roja
ResponderEliminarMuy divertida la historia, retratas con humor las vueltas que da la vida, los apodos que solemos poner en la intimidad a esos desconocidos habituales, todo el relato es genial, me ha encantado!!!
Besitos :)
Querida sevillana, te contesté antes pero blogger volvió a comerse mi respuesta agradeciéndote el entusiasmo y el paso por este blog. Besos (¡a ver si llegan ahora!).
ResponderEliminarSusana
Hay un relato de Marcel Aymé sobre un ciclista que siempre llegaba el último y por un momento hw creído que era tu "pantorrillas", hasta que lo has hecho campeón de la Vuelta. Mi interpretación es que también él tenía un gemelo, el que ganaba, mientras que el corria por el puerto
ResponderEliminarPues muchas gracias por la referencia, Depropio, no lo conozco y lo buscaré. Tu aportación descabala ya del todo mis expectativas sobre este texto. Abrazos y buen finde.
ResponderEliminarSusana Camps
Me encantan los micros más largos como este.
ResponderEliminarY me parece siempre que tienes la capacidad de hilar con naturalidad sin que chirríen historias disparatadas y sin embargo tan cercanas que creo que todos podemos sentirnos identificados con tus personajes.
Abrazo
Muchas gracias por expresarlo así, Rosana. Ojalá logre lo que dices. Un beso grande.
ResponderEliminarMe ha gustado esa manera, entre ligera y distanciada, con que la voz de la narradora resume su tremolante vida. Es una exposición de hechos personales, curiosamente sin apenas autoenjuiciamiento. Enhorabuena, Susana.
ResponderEliminarRicardo, muchas gracias por la visita y por el comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarSusana