Se desconocen los motivos por los que Robert L. Svenson (Inglaterra 1868-Patagonia 19-?) figuraba en su último pasaporte como ciudadano de origen argentino, ya que su registro oficial tuvo lugar en Inglaterra, cuando fue dado en adopción a Mary Svenson, de Chelsmford, a los cinco años edad. La historia de su llegada a la casa y de la dura acogida de su madre y hermana adoptivas, que esperaban un papagayo como regalo de Navidad de manos del doctor Svenson, le sirvió a menudo para ironizar sobre su necesidad de viajar a lo largo y ancho del mundo.
Durante la adolescencia Svenson leyó a los grandes autores ingleses, y se declaraba apasionado de Swift. “Vivir en una ciudad portuaria requería una exagerada tolerancia a una tentación constante”, escribiría en su Diario de otro hombre (1917). En julio de 1882 zarpó de polizón en el Adelaide, un barco mercante que se dirigía al estrecho de Malaca.
Svenson disfrutó de unos años de felicidad entre la tripulación del Adelaide, que le mostró el arte de la navegación. Posteriormente se convirtió en hombre de confianza de la Compañía de las Indias Orientales. Como importador frecuentó las selvas y poblados asiáticos y abrió paso a nuevas rutas comerciales. Cuando más prometedora resultaba su carrera, su pasión por el indigenismo marcó un nuevo cambio de rumbo: abandonó el puesto y emprendió sus primeras expediciones a las aldeas más remotas, siempre en busca de lo que llamaba “el deslumbrante cebo (allure) de las otras vidas posibles” (Mi vida en otra parte, 1889). Cuenta en sus memorias que convivió al menos con comunidades de siete etnias distintas, adoptado siempre como blanco seminal. Las obligaciones hacia su numerosa descendencia iban minando su salud, pero no su energía.
El primer volumen de los viajes antropológicos de Svenson tardó veinte años en llegar a las prensas europeas. “Aunque hubiera debido firmar con mi nombre malayo, preferí agradecer al doctor Svenson el destino que me había ofrecido”, declaró al recibir la insignia de la National Society. Vinculado a la institución durante quince años, desapareció repentinamente y sin dejar rastro en noviembre de 1939, lo que algunos asociaron a su manifiesto pacifismo.
Su curiosidad por la Patagonia lo llevó al hemisferio sur. Allí la pureza del paisaje, la cordialidad de las gentes y la libertad inmensa de la planicie lo sumieron, por primera vez, en años de soledad. Su muerte, tardíamente revelada por su hermanastra, se atribuyó entonces a una reyerta con exsoldados nazis. Investigaciones recientes revelan que tuvo lugar ante la grandeza mística del glaciar Perito Moreno, cuya ruptura provocaría una emoción superior a la capacidad de resistencia de su cansado corazón viajero.
Gracias Susana, no tengo idea de qué es una miografía, pero suena bien. Me ha gustado mucho el relato, me gustaría ser un Svenson, eso sí, si me descargas de algunas vicisitudes menores, y hermanastras.
ResponderEliminarLa mística de la ruptura Perito Moreno debe ser la leche, yo que soy un sentimental me pongo tierno con un simple amanecer. ¿Alguien más se sube al Adelaide?
Gracias por el relato. Besos.
Tu relato de hoy me ha recordado las ganas que me embargan muchas veces de seguir carretera adelante y no parar...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Que especial el lugar en el que has decidido ambientar el argumento de este micro, un sitio que habla mucho (casi todo) de mi sangre y mi conciencia. Creo que nunca voy a vivir fuera de la Patagonia, nunca lo hice desde que nací.
ResponderEliminarEsta tierra, como todas las almas hermosas e inaccesibles sabe que provoca amores repentinos, y también sabe que sólo cuenta consigo misma. Quizás esa sea una de las características fundamentales de esta tierra, se sabe sola e irresistible.
De este modo a los que persistimos en ella nos hace un poco silenciosos, otro poco desconfiados pero ideales para la ayuda del viajero. La Patagonia nació soñando, mientras muchos otros la soñaban a pura muerte ella era su propio sueño, todavía lo es.
Y hasta puedo oler -si se quiere entiéndase como "comprender"- como dejó de latir el corazón de Robert; he estado frente al glaciar Perito Moreno (cuando vivía en El Calafate) mientras desmoronaba sus paredes sobre el Lago Argentino... Creo que recién ahí comprendí porque es el único de los glaciares que aún sigue avanzando sobre la tierra.
Profundamente emocionante el texto.
Una conmovedora miografía... el pulso es un músculo ¿no?, o la memoria, o la imaginación, no sé. Es muy temprano aquí en Argentina.
Besos
Creo que simplemente vivir requiere una exagerada tolerancia a una tentación constante, jajaja. Al igual que Arte Pun, ya tengo un pie sobre la cubierta del Adelaide!
ResponderEliminarPensar que tengo al perito Moreno en mi país. Sonrío porque lo sé paciente: todavía me espera.
Leerte es siempre un placer. Gracias, Susana.
Interesante y fructífera vida de este trotamundos :)
ResponderEliminarNo quiero detenerme a pensar esa etapa de su vida en la que fue adoptado como blanco seminal por los indígenas...
Al final, como debía ser para alguien que mamó los paisajes de todas las latitudes y longitudes, sucumbió frente a uno de los derroches mayores de la naturaleza.
Muy buen relato, Susana. Un placer leerlo.
¡Saludos!
Juer, ¿blanco seminal? Suena bien. ¿Dónde tiene uno que apuntarse? Con lo mal que están las cosas por aquí, no me vendría nada mal cambiar de aires.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte, pero el placer es mayúsculo cuando abordas esta suerte de relatos trotamundísticos.
Besos.
Un texto muy particular, Susana, de los que me gustan a mí, los que mezclan realidades y ficciones y nadie puede decir dónde una se transforma en la otra.
ResponderEliminarClaro que llegué después de él, pero te iba a decir que era un texto dedicado a Juan, pues aunque hable de Svenson (¿Stevenson?) tiene el aroma de Juan.
Un beso.
HD
Después de leer tu relato me he sentido como Kant, que no salió de casa en su vida, debería salir con más frecuencia a comprar el pan, o a darme una vuelta por la Patagonia, pero de momento, me vale con esta ventana que me has abierto en forma de relato. Aire fresco.
ResponderEliminarEstoy seguro de que se me escapan cosas por no conocer la vida y obra de Svenson ¿Con te o sin te? Pese a mis carencias, a mí también me ha llamado la atención ese blanco seminal.
ResponderEliminarUn abrazo, Susana.
Coincido con los que me preceden, este registro lo bordas. Desde la primera línea subes al lector a bordo, y uno se deja llevar. Me subyuga el dominio del lenguaje y ese filo irónico, mordaz, que se muestra y se esconde. Un placer de lectura. Enhorabuena.
ResponderEliminarAbrazos.
Creo que en este rincón ya he dicho alguna vez aquello de que lo malo de llegar tarde es que difícilmente queda nada nuevo que decir.
ResponderEliminarSuscribo, palabra a palabra el comentario de Agus. Me ha conmovido la "miografía" de este Sr. Svenson, que acabó sucumbiendo a una variante patagónica del síndome de Stendhal.
Un abrazo,
¿Semblanza salpicada del genio de Susana? Yo también quiero una tuyagrafía.
ResponderEliminarAbrazos y besos, muchos.
Ya sabéis qué gustazo que da, ARTE PUN, ROSA, JUAN, PATRICIA, SERGIO, ODYS, HUMBERTO, MANU, FERNANDO, AGUS, PEDRO y LOLA, llegar al blog después de un día lleno de tropiezos y encontrar esta maravilla de comentarios de los amigos que se han dejado llevar de viaje. Y a los que no tanto, porque conocen bien al Perito.
ResponderEliminarEs una miografía porque tuve el privilegio de sucumbir a la magia del glaciar en 1994: es la única vez que he sentido algo parecido a la ingravidez (¿experiencia mística?), era como si no tuviera cuerpo. Es un fenómeno inigualable. Le debía al Perito un relato, y me pareció la mejor de las muertes para "mi" viajero. Gracias por compartir.
Interesante historia de un personaje atraido por la una vida llena de emociones y curioso de no salir de este mundo sin percibir buena parte de las cosas bellas.
ResponderEliminarAdmiro a este tipo de personajes, que muchas veces, olvidan parte de lo principal, dejar constancia de sus vivencias a un mundo cuyo disfrute queda ajeno a lo más básico y primordial.
Un beso Susana
Tuya y de nadie más. Una idea sugerente y original. Y un homenaje a la tierra de Juan, yo si fuera él estaría contento, como creo lo está.
ResponderEliminarBesos, Susana.
¡Me encanta, me encanta...! ¿Te he dicho ya que me encanta? Pues sí, lo he leído varias veces por el puro disfrute de dejarme llevar y en todas el viaje ha sido nuevo y especial. Me maravilla como consigues con tus palabras que durante unos minutos mi mente sea parte de esta miografía.
ResponderEliminarGracias, Susana.
Besitos
Susana, de entrada produce vértigo no saber que es una Miografía, empezar a leer la historia que con unas letras desaparecidas del nombre de Robert nos hacen pensar que se trata de un personaje real (nos suena a escritor y/o aventurero), datos que luego confirmas en tu relato. Pero claro, el papagayo suelta el resorte de que estamos en ficción. En ese momento a disfrutar, pues ves que no eres un ignorante. Mira por donde, al ser todo inventado y tan bien, me has hecho pensar en si esto no es otra forma de hacer un "bestiario". Lo he disfrutado, da gusto ser martes.
ResponderEliminarYa lo dijo Ximens. Susana, veo acá un bestiario (¿un extraño bestiario de escritores?) Veo, también una bonita serie de relatos similares. Lo que me da intriga es saber qué tanto tiene este cuento de algún personaje real que sea amigo tuyo. Por lo otro, me da gusto esos cambios en ciertos personajes, en sus nombres, sus prodigios, ser, en parte, lo que escriben. Abrazos.
ResponderEliminarPues me hace una ilusión enorme que compartáis mi gusto por los viajeros, ENMASCARADO, ISABEL, ELYSA, XIMENS y ESKIMAL, ya que tengo una fijación con esos británicos solitarios que se perdían en la otra punta del mundo. Buena idea, el bestiario (¿antropológico?). Yo voy haciendo hucha. Gracias.
ResponderEliminarQué placer ha sido leerte hoy. Me ha traído a la memoria los grandes libros de aventuras que leí en mi adolescencia, maravillosas guías de viajes de exploradores con Svenson. La frase que más me ha gustado “Vivir en una ciudad portuaria requería una exagerada tolerancia a una tentación constante”. Es lo que resume el texto. Y ese final, morir con las botas puestas, morir de belleza. Gracias por brindarnos esta maravillosa lectura. Un beso.
ResponderEliminarEres una auténtica viajera ilustrada,además de maravillosa escritora. Desde el comienzo del relato y ante la imponente imagen del Glaciar Perito Moreno, emocionas con tus palabras y,en ese paseo imaginario, me he dejado llevar con la misma libertad que lo ha hecho el protagonista y he sentido la gran emoción que viví cuando estuve frente al glaciar, especialmente en el último párrafo.
ResponderEliminarUn abrazo con beso
Claudia
Podrías montar un librito encantador con estas piezas (recuerdo aquella en la que caí de pleno y me fui a buscar a la wikipedia) que reúnen el encanto de un lenguaje y una ironía muy british con tu imaginación. Tengo que probarlo algún día, debe de ser muy liberador escribir sin trabas y crear biografías a los personajes.
ResponderEliminarAbracico
El "síndrome de Stendhal" creo que lo llaman a ese extasiarse ante la visión de lo sublime. Coincido con Rosana: estas biografías ficticias, fielmente documentadas y descritas, son un verdadero primor. :-)
ResponderEliminarUna abraçada
Un fuerte abrazo, MAR, CLAUDIA, ROSANA y GEMMA, muchas gracias por pasar y dejar estas bonitas palabras.
ResponderEliminarMágnífico final, e ideal el que le has atribuído a este aventurero. Me gustan mucho estas biografías recreadas tuyas. Te sale de maravilla, y haces que uno se empape de historia, la ficticia y la real, que, al fin y al cabo, es la misma.
ResponderEliminarUn abrazo, Susana.
PD. si me cuelgo, haces la mía.
Stevenson estudió Ingeniería Naútica. Svenson, creo que no, pero navegó por países que puede que Stevenson nunca viera.
ResponderEliminarMe ha encantado esta miografía, a caballo entre tu imaginación y una vida que ya terminó en 1894, uno por infarto cerebral, y Svenson a manos de unos ex-soldados frente a uno de los lugares más bellos del mundo.
Felicidades Susana.
Me ha encantado.
Muchas gracias, MIGUELÁNGEL y LAURA, por espolear mis ganas de seguir biografiando a algunos personajes. Un fuerte abrazo.
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