Foto: David Larrosa, 10 años

jueves, 26 de abril de 2012

PRIMER CUMPLE


¡Hoy este blog cumple un añito!





No pensé que llegaría a un año, ni sabía que conocería a tanta gente de mi propia cuerda. ¡Es un placer contar con vuestra compañía, conoceros uno a uno por varios medios, y aun saber de muchos más con los que todavía no cruzamos, pero cruzaremos, palabra (éste es un hormiguero tan grande...)! 
GRACIAS.

Elegí un 26 de abril por ser el aniversario de la muerte de mi padre, que siempre me decía: "tienes que escribir corto, se te da mejor". A mí me sentaba fatal (yo consideraba el relato como un subgénero facilón), pero ahora, cosas de la vida, lo defiendo y lo pretendo como objetivo. Al fin y al cabo él siempre fue un lector voraz y desprejuiciado, que como niño de posguerra devoraba todo tipo de novelas de género, Historia y Economía, su especialidad. Leía por interés y por disciplina. Me hubiese gustado mucho que mis micros hubieran podido interesarle. 


martes, 24 de abril de 2012

LA CITA


    
    

    Todas las tardes, a las tres, se levanta un viento tan intenso que los practicantes de la escuela de windsurf abandonan las tablas. Es el momento en que Johny se ciñe el arnés. Su vela amarilla y transparente corta el aire y se desliza por la arena hasta el agua. Los demás lo ven partir desde la orilla. Johny traslucha sin esfuerzo. Vientos de 40 nudos. Nadie le sigue. Ni un compañero curtido. Las olas se abren con ruido de cremallera, pero él sólo oye el sabor del mar. Es dura su embestida: Johny flexiona la pierna de popa y sostiene la botavara con los brazos tendidos, como si quisiera abrazarlo, la vista al cielo. Como si aceptara una cruz imaginaria. Ni siquiera nota sus reveses y salpicaduras, ni los bocados con que amenaza tragarle. Dicen que perdió a un hijo adolescente. La cara quemada por el sol, los ojos claros, busca el alma que se le escapa en su huida al más allá, infinitamente agazapada tras la línea del horizonte.


martes, 17 de abril de 2012

TÚ Y YO




     ¿En tu casa o en la mía? ¿Con o sin?
     Pétalos y arroz.
     Arroz o canelones.
     Café y copa.
     Niño o niña.
     Escuela pública o privada.
     Reducción o sus labores.
     Pan y cebolla.
     Chapa y pintura.
     Informal pero arreglá.
     Autónomo o mileurista.
     Separación o divorcio.
     Partiendo peras o arrejuntao.
     Single o LAT*
     ¿En tu casa o en la mía?
     Vaivén, tentetieso, capicúa, sinfín, ¡hazmerreír!


* Soltero o living apart together, pareja estable que vive separada, en moderno.

martes, 10 de abril de 2012

MIOGRAFíA DE ROBERT L. SVENSON

                                                 
                                                                                                            
Se desconocen los motivos por los que Robert L. Svenson (Inglaterra 1868-Patagonia 19-?) figuraba en su último pasaporte como ciudadano de origen argentino, ya que su registro oficial tuvo lugar en Inglaterra, cuando fue dado en adopción a Mary Svenson, de Chelsmford, a los cinco años edad. La historia de su llegada a la casa y de la dura acogida de su madre y hermana adoptivas, que esperaban un papagayo como regalo de Navidad de manos del doctor Svenson, le sirvió a menudo para ironizar sobre su necesidad de viajar a lo largo y ancho del mundo.
Durante la adolescencia Svenson leyó a los grandes autores ingleses, y se declaraba apasionado de Swift. “Vivir en una ciudad portuaria requería una exagerada tolerancia a una tentación constante”, escribiría en su Diario de otro hombre (1917). En julio de 1882 zarpó de polizón en el Adelaide, un barco mercante que se dirigía al estrecho de Malaca.
Svenson disfrutó de unos años de felicidad entre la tripulación del Adelaide, que le mostró el arte de la navegación. Posteriormente se convirtió en hombre de confianza de la Compañía de las Indias Orientales. Como importador frecuentó las selvas y poblados asiáticos y abrió paso a nuevas rutas comerciales. Cuando más prometedora resultaba su carrera, su pasión por el indigenismo marcó un nuevo cambio de rumbo: abandonó el puesto y emprendió sus primeras expediciones a las aldeas más remotas, siempre en busca de lo que llamaba “el deslumbrante cebo (allure) de las otras vidas posibles” (Mi vida en otra parte, 1889). Cuenta en sus memorias que convivió al menos con comunidades de siete etnias distintas, adoptado siempre como blanco seminal. Las obligaciones hacia su numerosa descendencia iban minando su salud, pero no su energía.
El primer volumen de los viajes antropológicos de Svenson tardó veinte años en llegar a las prensas europeas. “Aunque hubiera debido firmar con mi nombre malayo, preferí agradecer al doctor Svenson el destino que me había ofrecido”, declaró al recibir la insignia de la National Society. Vinculado a la institución durante quince años, desapareció repentinamente y sin dejar rastro en noviembre de 1939, lo que algunos asociaron a su manifiesto pacifismo.
Su curiosidad por la Patagonia lo llevó al hemisferio sur. Allí la pureza del paisaje, la cordialidad de las gentes y la libertad inmensa de la planicie lo sumieron, por primera vez, en años de soledad. Su muerte, tardíamente revelada por su hermanastra, se atribuyó entonces a una reyerta con exsoldados nazis. Investigaciones recientes revelan que tuvo lugar ante la grandeza mística del glaciar Perito Moreno, cuya ruptura provocaría una emoción superior a la capacidad de resistencia de su cansado corazón viajero.


jueves, 5 de abril de 2012

Extra de primavera: Indignados

  PATERNALISMOS


  La señora María vio que el sello del Departamento de Sanidad clausuraba una parada de pescado. En cierta ocasión se había enfadado mucho porque le habían vendido una merluza podrida allí. La nota oficial indicaba que el establecimiento “incurría en varias faltas contra la higiene y la salud pública” según la normativa de la UE número etc. etc. Ella simplemente había dejado de frecuentar la parada porque todavía era de los tiempos en que uno debía simplemente elegir dónde comprar y dónde no. Ahora, el estado velaba por los ciudadanos con normas reconocidas en el extranjero.
   Olvidó la anécdota en cuanto entró en el salón de su casa y encontró a su hijo de treinta años llorando a gritos. Se asustó mucho; preguntó qué ocurría sin entender nada y, por fin, entre los sollozos, escuchó que Leo, un amigo de la infancia, había muerto al salirse de una curva de la carretera con la moto a toda velocidad, de vuelta de los bares de copas que frecuentaban. A su hijo lo habían detenido para una prueba de alcoholemia.
 -Leo no me esperó. Huyó de un acelerón. Habría dado positivo.
   La señora María se sentó el sofá y entrecerró los ojos. La vida de su hijo le palpitaba bajo el pecho, y en la mente bailaba el rostro del amigo perdido; dio gracias a Dios y a la Delegación General de Tráfico, que como una nueva Inquisición censuraba a los conductores la pasión por la velocidad y el alcohol. Aquel era su día de suerte: le habían salvado el hijo. Entonces llamaron a la puerta.
   -¿María Gómez?
   Ella asintió.
  -Los papeles del desahucio.
  -Pero... 
   La señora María no esperaba una notificación, al menos no ese día.
 -Pero ya he explicado que fueron ellos, los del banco... el chico de camisa morada y corbata, comosellame... me aconsejó firmar esos papeles.
 -¿Quién? Bueno, en todo caso tendrá que demostrarlo ante el juez. Usted no puede eludir sus responsabilidades. Ha contraído una deuda, una responsabilidad financiera.
 -Pero...
 -Sí, sí, sólo queremos disfrutar de derechos. Pero tenemos también deberes. El deber de leer la letra pequeña, comprender lo que lee y saber qué es lo que firma. Conocer los productos que le ofrecen, calibrar su rentabilidad y su posibilidad de venta, seguir las evoluciones de la bolsa. Y naturalmente, estar al tanto de los valores.  Si no los retira a tiempo o espera a que crezcan las pérdidas, o si se encuentra en las manos un producto que ya no puede volver a vender, el problema es de su titularidad.
 -Entonces ¿para qué sirven los del banco? –gritó el hijo desde el salón.
  La señora María explicó que ella no podía hacer todas esas cosas porque había pasado una mala temporada: mostró sus papeles de viudedad, los del paro de su hijo, las cuentas exhaustas. Las facturas de las últimas intervenciones de su marido. Un abanico de desgracias se expandió sobre la mesa.
 -Todo esto no la exime de sus responsabilidades –respondió implacable el funcionario-. Ni de la tutela personal de sus inversiones. Vamos, que no la protege de su ignorancia, a ver si me explico. Si no es usted capaz de ser su propia agente financiera, debe asumir las consecuencias.
   El hombre le tendió los documentos. 
  La señora María imaginó un reguero de chalecos fosforescentes y un laberinto de banda adhesiva policial propagándose por todas las habitaciones de la casa. Imaginó a los vecinos que conservaban sus hogares. Imaginó la indigencia y los hogares de mendigos. Imaginó pescados podridos, muertos borrachos.
  La puerta de su casa, abierta como una carcajada, la expulsaba del sistema.

  

martes, 3 de abril de 2012

AGUA ENTRE LOS DEDOS





        Lo micro no tiene tanta importancia, dices bajando por un momento, infinitesimal, la vista. Un instante de preocupación recorre tu rostro.

Sin la millonésima de segundo que hace falta para verlo, nadie habría percibido ese instante. Tal vez no debería existir.

No, lo micro no tiene tanta importancia, digo mirando, a través de la ventana del bar, las acciones que se suceden en la calle. El tropiezo de un chico en patín, el camión que adelanta a una moto o el aleteo de la paloma asustada. Todos los días, todo el tiempo, en un tiempo eternamente micro, se pierde azarosamente la importancia.