Queridos colegas, paso por aquí para despedir 2013 y desearos que el nuevo año sea más feliz y luminoso, que nos dé la oportunidad de aplicar con éxito la experiencia acumulada...
Todo ello con una recomendación muy especial: el libro de nuestro compañero José Agustín Navarro Martínez. Agus tuvo la amabilidad de pedirme un prólogo para sus Últimos compases del reloj de arena (Círculo Rojo, noviembre 2013), y yo os lo dejo aquí con su consentimiento a modo de introducción para su lectura.
¡Feliz Año y felices micros!
Prólogo
La difusión electrónica ha entrado en una de sus épocas más desenfrenadas
y, sin embargo, el libro de papel sigue siendo objeto de predilección. El
porqué es muy sencillo: cualquier adicto a la literatura desea que la
experiencia literaria se materialice. El lector desea conservar aquellos libros
con los que aprendió y vivió experiencias nuevas. El escritor desea ver su obra
en forma de objeto tangible. Es muy básica la necesidad de hacer que aquello
que nos conmueve perdure.
Agustín Navarro ha hecho un recorrido peculiar dentro del escenario de
posibilidades que hoy se ofrecen. Cuando muchos microrrelatistas abrían blogs
para exponer sus creaciones –no en vano se habla de la generación blogger-,
él se resistía a tal tentación. Sus textos se asomaban a los blogs de
algunos colegas, pero no a uno propio.
Tampoco frecuentaba las redes sociales, lugar hacia el que se va
desplazando lentamente la producción de narrativa breve. Tan sólo se aparecía
en ellas como finalista o ganador de concursos, mencionado por algún colega.
Al margen de todo afán de visibilidad, su quehacer era productivo: en
privado iba reuniendo un corpus narrativo muy considerable, lo sometía a su
propia visión crítica y selectiva y evaluaba, sin prisas, su posible
publicación. Ese corpus destilado es el que hoy tenemos entre manos.
La presente edición culmina este proceso personal marcado por un recorrido
propio, al margen de tendencias, que cronológicamente ocupa un periodo creativo
de tres años.
Sus textos se caracterizan, principalmente, por el uso de un lenguaje rico
y expresivo. El escritor utiliza hábilmente la polisemia y se sirve de
metáforas contundentes. A menudo, este juego lingüístico lleva a la asociación
de imágenes; así, pasa de un campo semántico a otro, como en “Huelga general en
Namibia”, “La imaginación del niño”, “Fantasías sexuales de un
anarcosindicalista londinense en la Inglaterra finisecular” o “Zoo”, siempre
para causar la sorpresa y estimular la crítica en el ojo lector.
Llama la atención la presencia de algunos microrrelatos de denuncia, no
porque este género no haya servido a muchos escritores para trasladar una queja
social, sino por el grado de contundencia y el calado del mensaje de los textos
de Agustín. Entre ellos destaca la potencia de “Refugio”, que impacta en la
conciencia del lector, “Porno” o “El dinosaurio, una vez más”.
Sin embargo, lo más destacado, amable e inmediato del libro son sus trazos
humorísticos. Agustín pinta de ironía y hasta de sarcasmo algunas escenas, a
las que saca un partido extraordinario gracias a este mismo rasgo constitutivo.
Es el caso de “R.I.P.”, “Traducción de carta en escritura cuneiforme”, “Cuerpo
a cuerpo”, “Pubertad”, “Parejas liberales”, “No” o “Boicoteo azteca”, por citar
unos pocos.
Mención aparte merece el surrealismo en la narrativa breve de Agustín
Navarro. Siendo uno de los enfoques frecuentes del microrrelato actual, asombra
y despunta la calidad que alcanzan los textos surrealistas de este libro, entre
ellos “La masacre” o “La bandada”, extraordinarios, aunque quizá sea
“Ecosistema del desamor”, que abre esta selección, el más difundido y valorado
por los seguidores de este género –algo que realmente merece. Una imaginación
desbordante, que engarza imágenes insólitas y contradictorias, catapulta algunas
escenas hacia el mundo de las sensaciones más conmovedoras en “Fábula”, “Niña
visionaria”, “La limosna”.
Por lo demás, el lector podrá encontrar una predilección muy marcada por el
uso de la primera persona, abundantes
visualizaciones, escenas ácidas en materia de sexo y religión, el retrato
constante de un mundo deshumanizado y una visión femenina peculiar, crítica,
con abundante presencia de mujeres sin rostro, exigentes, a veces prostitutas o
falsas princesas.
En definitiva, se trata de
un escritor que escribe “lo que le apetece”, como ha declarado en más de una
ocasión con motivo de alguna entrevista. Libertad de propósitos y objetivos -ya
revelada por su andadura al margen de la era digital- que lo lleva ahora a
presentar esta selección propia de microrrelatos.
Disponemos de este objeto
precioso, un libro, como fiel testigo de un recorrido firme. En “Últimos compases del reloj de arena“ se
recogen los éxitos en los certámenes en que ha participado Agustín Navarro y
los textos más valorados por los colegas que lo conocemos. Una merecida
materialización. Y una publicación que ya integra –no me cabe duda, podremos comprobarlo pronto- los primeros pasos
que el autor empieza a dar en su próxima etapa literaria, que como siempre ha
dado comienzo en la discreción de su despacho.