Foto: David Larrosa, 10 años

viernes, 25 de noviembre de 2011

Los viernes conversamos

Durante la última tertulia hubo comentarios en torno a la implicación del escritor en el texto que escribe. Por un lado, se habló de la verdad y de lo verídico como elemento indispensable en la literatura; por otro, de la necesidad de distanciarse y de que no se vea al autor en el texto.

A mi modo de entender se trata de dos posturas opuestas. Yo creo que se requiere la huella personal del escritor para transmitir credibilidad. No en un sentido biográfico (no es necesario ser impúdico), sino en la mirada, la voz y la elección de los elementos que trata. Si el autor desaparece, el texto corre el riesgo de ser aséptico, aunque formalmente funcione como un reloj suizo. Pero esto, en teoría, ya lo sabemos. ¿Lo experimentáis así?

Recojo otros comentarios: los personajes deben ser un fragmento del gran espejo que es el ser humano, y tienen que perpetuar el niño interno que el ser humano lleva dentro y fundirse con la voz común. Se sostuvo también, en un sentido más amplio, que la emoción debe impregnar el tejido literario si se pretende que éste sea susceptible de superar el presente, de perdurar en el tiempo.

Yo hoy tengo una pregunta, o varias, para las que agradecería una respuesta testimonial, pues los argumentos del manual literario no siempre se trasladan a la realidad. ¿Se puede controlar la cantidad o la calidad de implicación que uno vierte en su texto? La veracidad y la credibilidad ¿dependen de ello? ¿Qué grado de consciencia dedicáis a tomar esta postura como escritores? Y por último, puestos a pedir: ¿os parece que existe el microrrelato intimista biográfico?


            Pues claro que está todo dicho. Por supuesto que hay lecturas más formativas que nuestras opiniones. Naturalmente que no sentamos criterios académicos. Aquí se pregunta y se responde desde la experiencia y el tanteo.
Los viernes hablamos del acto de escribir

27 comentarios:

  1. Los hombres somos seres emocionales, lo vemos -y lo experimentamos- todos los días, de la pulsión entre eros y tánatos surge el devenir continuo en el que buceamos. Una vez leí una entrevista a Eduardo Mendoza en la que, a una pregunta sobre cómo construía sus personajes, respondía que todos los seres humanos compartimos el mismo abanico de pulsiones. Lo que nos diferencia es el grado de intensidad, y cómo respondemos ante las mismas. Así pues, decía Eduardo, lo que hago es estudiarme a mí mismo, observar cómo funciona en mí el odio, por ejemplo, o la codicia. Y si quiero que un personaje esté dominado por el odio, lo que hago es exagerar ese sentimiento, que conozco íntimamente desde mi propia experiencia. Y así sucesivamente.

    Por otra parte, todos los escritores tenemos un estilo y unos trasuntos propios. Es bastante probable que si alguien me pone delante un texto de Agustín, uno de Lola Sanabria y otro de Rosana Alonso, sin firmar, pueda decir de quién es cada cual. Cada uno busca su propio camino mientras busca y construye la forma idónea de expresarlo. Su huella.

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  3. Sí, a la pregunta de tu segundo párrafo.
    Si escribimos desde la verdad imprimimos nuestro sello o estilo.

    Para controlar la implicación sin perder la emoción, pienso que lo más importante es no caer en el sentimentalismo, leer a los grandes autores que han perdurado, y sobre todo no dejarnos llevar por la emoción del momento, sino dejar en reposo lo que escribimos, aunque yo no lo cumpla.

    Yo creo que un micro puede ser intimista y biográfico, ¿por qué no?

    Gracias y besos.

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  4. Susana,
    me sorprendo rebuscando en mis costumbres cada vez que me asomo aquí.
    Respondo primero a la pregunta sobre el grado de consciencia... cero, en mi caso -al menos en el momento de escritura inicial- no busco veracidad o credibilidad de forma deliberada. Puede que en la corrección detecte algún fleco suelto y lo modifique para ganar verosimilitud pero nunca pienso en ello al ponerme a escribir.
    Supongo que, si me empeño y a modo de "experimento", podría controlar el grado de implicación personal que al final se nota en los micros, pero creo que el resultado me sería tan ajeno que me costaría reconocerlos como propios.
    Y también creo que, como dice Odys, podría reconocer sin firma distintos micros de autores a los que he leído mucho (como los tres que él cita, que además tienen un estilo personal muy marcado). Para mí, ahí está la gracia. Está bien que innovemos en cuanto a temas, estructuras y ritmos, con más o menos figuras, con finales sorpresa, elípticos o no... pero detrás del texto tiene que existir ese algo que les da vida. El germen, por fuerza, tiene que partir del imaginario del autor.
    Me encantan tus viernes, Susana, gracias corazón ;) y besos muchos, muchísimos.

    [Suprimí el comentario anterior porque vi una tilde puñetera, pero éste es igualito con la corrección ;)]

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  5. En una película, cuyo título no recuerdo, uno de los personajes principales decía que un hombre, una mujer, "siempre debería ser fiel a sus orgasmos, sin preocuparse, sin preguntarse, con quién".

    Digo esto, porque a priori parece imposible que uno sea infiel consigo mismo, pero si nos acercamos a una librería y observamos los libros más vendidos, veremos que muchos autores sólo son fieles a los orgasmos de su editor y de su propia cuenta corriente.

    Ser fiel durante el proceso de escritura implica el tema de la verdad que la semana pasada debatíamos. Si leo a Borges, Cortázar, Bio Casares, entre otros, no sólo los veo a ellos, sino que también intuyo su verdad, sus orgasmos. Por no olvidar ejemplos como el autor de "La conjura de los necios" que prefirió ser fiel consigo mismo hasta el final, aunque eso le costó la vida.

    En mi caso - Susana pide testimonio - diré que intento serme fiel. Así procuro no repetir arquitecturas, aunque éstas hayan funcionado. Supongo que la clave sería reconocerse siempre en un progreso continuo, en una búsqueda incesante de nuevas formas y maneras, en un desarrollo incierto. En una palabra: arriesgar. Sin red, pero siempre desde las alturas.

    Gracias Susana, por propiciar tan interesante debate.

    Abrazos.

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  6. Hola Susana.

    A tu primera pregunta mi respuesta es si. creo que si que se puede controlar, si quieres. Hay quien dice que solo puedes escribir bien si lo has pasado mal, yo no creo que esto sea cierto.

    Respecto al segundo párrafo de Agus donde habla de los libros más vendidos quiero decir, con todo el respeto para su comentario, que no estoy de acuerdo con él. Me parece aventurado dar por sentado que los autores de esos libros sean infieles a sus principios (excluyo a aquellos que hacen uso de “negros” para mantener la producción ). Me pregunto si no es posible que la cosa sea más sencilla y hagan lo que les gusta, o lo que saben, y conecten bien con el público. Seguramente estos autores no llegarán nunca a los libros de historia de la literatura, pero se ganan la vida haciendo lo que más les gusta, cosa por la que yo tengo un profundo respeto.

    Yo, cuando escribo no me planteo demasiado si soy fiel o no a mi mismo. Nace una idea que me genera una historia y intento contarla. A veces puede surgir por una experiencia vivida o “robada”, pero la mayoría de las veces me hago una pregunta y dejo que la responda la imaginación. Ni tan siquiera me planteo demasiado la forma de la narración, aunque gracias a lo que leo de vosotros y a vuestros comentarios, cada vez presto más atención a todo esto.

    Quiero agradecer el debate de los viernes, ya que leyendo vuestros comentarios, aprendo nuevos enfoques que (si mi capacidad lo permite) me harán mejorar en mi forma de contar historias.

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  7. Respecto a la implicación del autor, a lo que yo me refería –más que a la huella personal que conformará el estilo- es a que en el texto se intuya una presencia del autor; que una frase vierta una opinión, un juicio del autor acerca de la historia, que debería ser vertido sólo por el lector.
    No afirmo. Me pregunto.
    Me lo he planteado a partir de dos comentarios sobre mis textos. Uno creo que fue de Pablo Gonz (perdón, Pablo; lo he buscado y no lo encuentro). El otro fue de Hugo, en mi micro Celda. En la última frase, digo “por fin a salvo”. Y Hugo dice: el narrador rompe ese estar "presente como Dios, en todas partes pero imperceptible” (Flaubert dixit)
    A mí eso me hace pensar, y me lleva a la conclusión de que probablemente –corrígeme, Hugo- un texto sea más rico cuanto más intuya y adivine, o infiera el lector sin necesidad de que el autor lo lleve de la mano. En mi caso, Hugo comentaba, creo que sin decantarse, el valor de esa “intromisión” del autor; porque probablemente tenía algo de negativo y algo de positivo.
    Insisto, no he leído a Flaubert, y no dispongo de los ejemplos para discutirlo más profundamente.

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  8. No había entendido tu planteamiento, Propílogo.

    De la forma que expresas arriba la cuestión (perdón por adelantarme a otros interlocutores, es para justificar el enfoque de arranque que he presentado) yo no veo ningún problema en la aparición del narrador, con voz y opinión propia. De la ficción al ensayo hay muchos grados.

    En todo caso el problema sería de coherencia narrativa, pues el paso repentino de un narrador a otro, de omnisciencia a primera persona, sí puede provocar cierta discordancia. Pero yo no conozco los dos casos concretos que mencionas. Si quieres, puedes poner el enlace a tu blog.

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  9. Una cosa es el autor, y otra muy distinta el narrador. El narrador es un personaje más, creado por el autor. Incluso el narrador omnipresente.

    En el relato que menciona Gabriel, el de la celda, yo, como lector, no me siento robado de nada porque termine con un "al fin solo". Si yo fuese el protagonista que está luchando por entrar en la celda, probablemente pensaría eso, al fin solo, al culminar la empresa con éxito...

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  10. Cierto, Odys, gracias por la puntualización. He dicho digo por digo Diego.

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  11. No me ha parecido muy bien ponerme como ejemplo, y me parecía peor poner a otro, y como no hay ningún fallecido de cuyo ejemplo yo disponga, ni ningún ejemplo disponible de cuyo autor tenga yo una muerte planeada, vuelvo a mi ejemplo.
    Aquí: Celda
    Sigo preguntándome si habría enriquecido el texto el uso de alguna herramienta que en lugar de informar, narrara hasta hacer evidente que el protagonista se encuentra al fin a salvo.
    No sé.
    Y si alguien más tuviera otro texto del que le hubieran hecho comentarios similares, agradecería que no me dejara aquí solo con el pantalón medio caído...
    Saludos
    Gabriel

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  12. O sea, Gabriel, que te gustaría saber si puedes hacer el texto más extenso para narrar de otra forma lo que consigues cerrando con un escueto "al fin a salvo"?

    Personalmente, opino que está bien como está, cumple su función y cierra el texto con contundencia. ¿Hay formas alternativas de hacerlo? Supongo que sí, pero veo que, después de tanto tiempo, aún no las has encontrado...

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  13. No es por desviar, pero en términos generales y a ojo, ¿cuántas veces habéis modificado un relato gracias a una observación?

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  14. El otro día yo decía algo así como que hay textos que nacen muertos porque no hay implicación del autor en ellos. Y como lo dije yo y se ha tenido a bien seguir con ello, voy a ver si consigo explicarme poniendo algún ejemplo.
    Durante un tiempo participé en un foro donde uno de los participantes escribía muy bien. Sin embargo, y dicho por él mismo, su profesor del taller de escritura, siempre le decía que sí, que muy bien, que era muy bueno, pero que no le encontraba el alma al relato, que se soltara, que mostrara su interior.
    Lo que yo entiendo es que no se trata de caer en la cursilería, ni en la explicación, ni en el yo siento esto o lo otro, creo que, al menos yo lo vivo así, hay veces en que te metes de lleno en lo que haces, lo sientes hasta la médula y eso se va a notar en quien lo lea. Porque si a mí no me provoca una sonrisa un relato que se supone que es de humor, ¡cómo voy a pretender que a otro le haga reír!
    Esto entraña una dificultad grande, ya lo sé, pero a mí me vale más un relato con imperfecciones que me diga algo, a uno técnicamente perfecto que me arrenque un qué bien escrito está y punto pelota.
    Cuando alguien comentó que qué pena, refiriéndose a mí, cuando leyó Asado de ternera, a mí aquello me llenó de satisfacción porque, en mi opinión, lo había hecho tan creíble que esa persona llegó a creer que no podía escribir algo con una carga tan fuerte sin que me hubiera ocurrido a mí.
    Entonces,la cuestión no es que uno haga un texto biográfico o no, la cuestión es que provoque algún tipo de emoción, miedo, asco, calentamiento sexual, frialdad, rechazo, etc.
    Perdonadme pero no recuerdo al autor que dijo que cada vez que uno escribía, aunque fuera de marcianos, si en ese relato aparecía una escalera era porque tuvo una importancia en nuestra vida. Bajamos a la mina de nuestra infancia y de allí extraemos material que, consciente o inconscientemente, incorporamos al texto.
    Yo sí creo que a veces hay que poner distancia entre lo vivido, si es que hizo mucha mella, para poder llevarlo al papel ya sea como biografía, o en obra de ficción. Y cuidadito con las blandenguerías y las explicaciones. Hay que impregnar no decir.
    En cuanto a la verosimilitud, creo que no tiene nada que ver con si ocurrió o no. Hace poco una compañera me contó una historia tan rocambolesca que si la hubiera escrito seguro que habría resultado totalmente inverosímil. Hacer una historia creíble es conseguir que el lector se la crea desde el principio.

    En cuanto a si controlamos o no el grado de implicación. Más que controlar es que me doy cuenta de cuando un relato me ha salido con vísceras o como cascarón vacío.

    ¡Vaya rollo que os he soltado!

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  15. La verdad es que tienen lo suyo tus preguntitas. Me hacen reflexionar en muchas cosas que normalmente realiza de mode instintivo.
    Creo que la implicación personal en el texto ha de ser total, sin reservas, no sólo en el uso de todo el arsenal de la experiencia sino en el de la empatía y la comprensión de todo lo que nos rodea. Y casi diría que para el tipo de texto que fuere, sin distinción. Otra cosa es que el resultado de esa escritura sea definitivo. Con toda certeza, el resultado de esa entrega deba ser matizado, corregido, recortado, reorientado etc. Es donde entra en juego la técnica para moldear la masa más o menos informe que sale fruto de la implicación. Y creo que la verosimilitud de un texto no se obtiene desde la verdad, necesariamente, y mucho menos de lo autobiográfico. Tanto la ficción como lo vivido han de ser procesados, en bruto rara vez valen algo.

    Por otro lado, en cuanto a si ha de verse al autor detrás de la ficción, creo, rotundamente, que no ha de verse al narrador. A mí, vislumbrar al autor me deja un ligero sentimiento de manipulación, de engaño. No quiero que el autor me cuente una historia, quiero que lo haga el narrador, un narrador convincente, creíble, verdaderamente ficticio.

    Pero, con franqueza, aunque he disimulado disfrazándome de tío seguro de lo que dice, lo cierto es que estos viernes sacan a la luz todas mis carencias y muestran al verbo creer en todo su significado. Creo.

    Abrazos, Susana

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  16. Gabriel Bevilaqua ha colgado una entrada referente a este tema.

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  17. Ahora comprendo a qué se refería Lola con lo de la implicación. Supongo que cada cosa tendrá su nombre específico -y ahí entra el apunte de Alberto sobre narrador y autor-, pero la conclusión para mí sería que el autor debe implicarse en su creación, poner de su parte algo más que gramática y capacidad. Por eso, por ejemplo a veces nos salen cosas raras en ReC; porque hay frases con las que nunca empezaríamos un micro, y el resultado final nos es extraño. El otro asunto, el de vislumbrar al narrador en el texto es el que me intriga más.
    Después de publicado en el blog yo sí he llegado a cambiar un texto, pero por correcciones gramaticales, nunca por una opinión de estilo, que yo recuerde.
    Pero tambié eso es relativo, porque el amor incondicional a la forma final del texto también depende del tiempo...

    En cuanto a lo autobiográfico, creo que era Antonio Vega el que decía que escribir sobre un dolor significa un inicio de curación. Pero probablemente sea más sano mantener una distancia con la creación. Escribir con sentimiento sobre determinadas vivencias puede convertir un mal texto en algo muy querido, y un buen texto en algo muy doloroso.
    En fin, gracias por la charla.
    Abrazos
    Gabriel

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  18. Después de leer todo lo que hay aquí, casi me da vergüenza decir lo que me pasa a mí.

    En primer lugar, yo no escribo pensando, solo escribo. No pienso en lo que voy a escribir, ni en lo que quiero contar ni cómo lo voy a hacer. Escribo. Luego lo leo, lo cambio doscientas veces y lo tiro a la papelera. A veces no acierto y cae fuera, así que le doy otra oportunidad.
    ¿Qué ocurre? Que, al trabajar así, muchas veces algunas historias que no deberían tener nada que ver conmigo, acaban siendo muy personales; y al contrario, donde debería verme, solo percibo una caricatura.
    El último paso es leer la penúltima versión y preguntar: ¿me creo esto? Si es que sí, boto de alegría. Si es que no, lo mando a un concurso.

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  19. Por supuesto, Fernando. No creo que haya nadie que escriba con un plan previo de implicación, intensidad, elipsis y climatología. Toda la reflexión y el análisis es post-parto.

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  20. Susana pregunta ¿cuántas veces habéis modificado un relato gracias a una observación? mi respuesta es: bastantes, tantas como la observación me ha convencido, que no sucede siempre pero si muchas veces. Siempre escucho o leo cualquier análisis sobre mis textos, vengan de donde vengan y después, claro, acepto o no la apreciación según mi propio criterio.

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  21. Hola Susana, a ver cuando nos haces preguntas más facilitas.
    Te contesto:
    1.- ¿Se puede controlar la cantidad o la calidad de implicación que uno vierte en su texto? Sí.
    2.- ¿La veracidad y la credibilidad ¿dependen de ello? No
    3.- ¿Qué grado de consciencia dedicáis a tomar esta postura como escritores? Ninguno, cero.
    4.- Y por último, puestos a pedir: ¿os parece que existe el microrrelato intimista biográfico?
    Sí, muy a menudo.

    5.- ¿cuántas veces habéis modificado un relato gracias a una observación? menos de un diez por ciento.

    A mi con esto de lo que escribo (esto ya me provoca cierto rubor) me pasa como contaba mi profesor de máquinas hidráulicas, cuando diseñabas una máquina y la ponías en marcha por primera vez se le salía una biela por aquí, el aceite por allí, con las vibraciones andaba sola, pero tú no le veías defectos, era como un hijo, llegabas a ver bien esos "pequeños" defectos e incluso eras capaz de justificarlos.

    Por cierto, qué ricura de niño, agooo, agoooo, creo que ya me dice tito.

    Abrazos

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  22. Ahí va... no me había dado cuenta de que eran cinco preguntas hasta que me las has devuelto en plan "cuestionario", Arte Pun. Eres la pera. Creo que para la próxima probaremos formato nuevo, menos preguntón.

    Me encanta el símil de la máquina hidráulica, sobre todo la justificación a ultranza del inventor. Da para cuento, también... Abrazos mil.

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  23. Susana, tengo pendiente venir. No creas que me he achantado, que no.
    Un beso de mientras.

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  24. A buenas horas mangas verdes! En su día sólo pude medio seguirlo e hice un comentario testimonial pero lo mejor que tienen estas charlas a las que Susana nos convoca es que nos hace plantearnos ciertas cuestiones que muchas veces ni hemos imaginado y eso resulta muy interesante. A raíz de todo lo dicho, creo que me afirmo en que soy narrativo, y con esto quiero decir que siempre busco contar una historia cuando escribo microrrelato. Es verdad que a veces sale lo que sale y, desde luego que muchas veces escribo cosas que no son narrativas, ni microrrelato, ni llegáis a leer nunca porque no las publico. Se van a mi archivo. Hay historias que nacen de los sitios más insospechados, de escenas, de imágenes, de un fragmento de entrevista, de un gesto, de la forma de la nube que pasa sobre tu cabeza, de una discusión en un blog... De cualquier sitio. Pero cuando me siento a escribir quiero contar una historia, muy breve en nuestro caso, y si es posible dos o más. Y busco conmocionar, claro, busco emocionar, pero no creo que sea desde la emoción desde donde se emociona. A veces creo que se desprecia un poco la técnica considerándola algo frío que no puede alcanzar la altura de lo que produce la emoción. Igual pasa con la verosimilitud. Que levante el dedo el que después de leer, o escuchar una historia increíble, no ha oído decir, pues es cierto, me pasó. En literatura la verdad es la verosimilitud y en microrrelato es algo peliagudo de conseguir. Porque no hay espacio, porque no hay tiempo. Trabajamos un género que apenas nos permite bosquejar una trama, un par de pinceladas como mucho para el personaje, la ambientación sólo con matices. Es jodido. Las técnicas que en novela, incluso en un cuento de varias páginas, aquí no valen para nada. Somos miniaturistas, orfebres, la selección del detalle, la construcción de la frase, la elección de las palabras... Así que experimentamos. Es que es la única forma de escribir microrrelatos, quiero decir microrrelatos que no haya escrito nadie todavía. Pese a la juventud del género es tal el volumen de los textos producidos que no queda más remedio que buscar, innovar, crear en definitiva. Claro que muchas veces sale mal; la mayoría. Pero en eso estamos. En el prólogo a los "Cuentos glaciales", desgraciadamente no editado en España, donde Jacques Sternberg reúne sus cuentos más breves escritos a lo largo de 25 años dice: "Escribir una novela de más de 250 páginas está al alcance de cualquier escritor más o menos dotado. Puede hacerse en 25 días a razón de 10 páginas diarias, tarea no excesiva para un novelista capaz de escribir a máquina con la velocidad de una buena dactilógrafa. Escribir 270 cuentos, en su mayoría breves, es otra historia. No se trata de un asunto de ritmo, sino de inspiración: hacen falta 270 ideas. Y eso es mucho. No se las tiene en un mes, ni siquiera en un año." Yo qué sé. Besos, Susana
    Por Jesus Esnaola el Los viernes conversamos a la(s) 15:05

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  25. Después de leer estos comentarios la verdad es que he olvidado las preguntas aparte de que dado el nivel me siento un tanto intrusa.
    Cuando escribo lo que intento es contar algo, una anécdota, un suceso o algún hecho que he visto u oído. Y me ha pasado a veces que estando enfadada por una situación injusta me ha salido una historia que a mí personalmente me ha parecido aséptica y que luego por los comentarios que me hacen me doy cuenta de que he removido algo. También al contrario algo que yo veo micro denuncia se queda en nada, en un simple apunte y yo he intentado hacerlo claro y entendible.
    Intento ser honesta, contar desde la manera que me gustaría que me lo hicieran a mí. Creo que ha sido Lola la que ha dicho si yo no me rio con lo que he escrito como voy a pretender que otros lo hagan, más o menos es lo que siento. Que a veces se escapa entre líneas el escritor, seguramente, ¿es eso tan malo? La cuestión es valorar si lo que ha contado ha merecido el tiempo que le hemos dedicado, si ha emocionado, entristecido o en definitiva nos ha hecho pensar.
    Y lo dejo porque no sé si estoy aportando nada o me he ido por las ramas.

    Besitos

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  26. Todo el mundo aporta, Elysa. No he hecho “resúmenes” como las otras dos veces porque estoy de fin de semana, con conexión esporádica, pero voy a hacer un hipercomprimido para situarnos:

    ODYS introduce la idea de que el sentimiento parte siempre de la experiencia personal, amplificada para su uso literario; y observa que en el proceso de su expresión se marca la huella del escritor. ISABEL propone controlar la implicación con la lectura de grandes autores y buscando distancia con el texto (dejarlo reposar). ROCÍO no se ocupa tanto de controlar el grado de implicación como de ser fiel a su propio imaginario, que es el que da vida y caracteriza al texto. De fidelidad habla también AGUS: defiende la fidelidad del autor a aquello que le conmueve profundamente, y vincula la calidad del resultado a esta fidelidad. FERNANDO parte más de una pregunta que trata de responder con la imaginación, no tanto con la emotividad (interpreto). PROPÍLOGO plantea el valor de la “intromisión” del autor: si acaso atenta contra la calidad del texto cuando asoma para llevar de la mano al lector. También defiende que es más sano distanciarse de la creación. JESUS se pronuncia en contra de la aparición del autor, pues la percibe como una manipulación. LOLA subraya que lo importante es que el texto provoque algún tipo de emoción, pero sin sensiblerías, autobiografismos ni explicaciones: lo auténtico, lo creíble, debe ser la emoción. JESUS apuesta por la implicación total, sin reservas, aunque añade que busca emocionar no desde la misma emoción sino desde la técnica, algo tan difícil de conseguir como la verosimilitud, por las características del género. DEPROPIO no se plantea la implicación sino que la descubre al trabajar la idea; observa que la credibilidad del resultado final afecta a la calidad del texto. ARTE PUN piensa que la implicación (¿quizá biográfica?) del autor no afecta a la credibilidad ni la veracidad. ELYSA, por el contrario, cree que el grado de implicación del autor afecta al texto y a la respuesta del lector, y busca sobre todo la honestidad al escribir.

    Creo que lo compendio todo, aunque me he saltado una segunda trama de cuestiones acerca de la corrección de los textos según las observaciones de los lectores. En general se ha dicho que el cambio estaba sometido al criterio último del autor, como es natural.

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  27. ¿Se puede controlar la cantidad o la calidad de implicación que uno vierte en su texto?

    Yo creo que no, no lo puedo controlar. Pro eso sobre temas muy hondos no escribo si están recientes. Dejo pasar incluso años. Sobre temas hondos ajenos, como ya dispongo de una distancia sí que puedo escribir con el calor del momento.

    La veracidad y la credibilidad ¿dependen de ello?

    Yo creo que dependen aquí sí de la técnica y de los propios mecanismos de la ficción. Sin analizar, de forma intuitiva, leo textos que no me creo y otros sí. COmo cuando ves una película y una mala actuación hace que no te creas nada, que te parezca impostado. Si al leer un texto tienes sensación de impostura es que no ha conseguido la verosimilitud.




    ¿Qué grado de consciencia dedicáis a tomar esta postura como escritores?

    Pues ninguna, o al menos no a nivel consciente. Soy más de intuiciones. Creo que el análisis es post parto como dice Gabriel.

    Y por último, puestos a pedir: ¿os parece que existe el microrrelato intimista biográfico?

    Intimista sí, biográfico en sentido literal no. Pero todos los temas de nuestros sueños, pesadillas y obsesiones, todos los temas que no pasan el filtro, el colador (Stephen King dixit...) mental son los que salen en nuestros textos y eso es biográfico.

    Quería añadir una pequeña cuestión a lo de emocionar, conmocionar...Creo que se toca ese punto, cuando en nuestro texto aparecen de una u otra manera temas universales, temas comunes del ser humano, las grandes cuestiones (muerte, amor, soledad, sentido de la vida...) que a todos tocan, de una forma más o menos profunda e intensa. Un poco como lo que contaba Odys de Eduardo Mendoza y las emociones genuinas.
    Creo que al escribir hay que ser muy honesto, no engañar y sobre todo no engañarnos.
    Que el autor no aparezca, sobre todo que no manipule al lector.

    Y sí, cuando me han comentado textos en el blog, y me han sugerido cambios los he seguido si me parecían acertados.
    Si lo tengo muy claro tal y como está o veo que lo que me indican es más una cuestión de gustos de cada quien, o de estilo personal, suelo confiar en mi criterio.


    Bueno he llegado tarde pero a tiempo.
    Creo, como Jesús, que estas tertulias de los viernes me obligan a reflexionar a descubrir que hay temas que no tengo tan claros como creía.
    ¡ Bien !

    Abrazo

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