Yo desde luego comprendo -porque lo sé por dentro y porque
me lo dice la psicóloga- que tengo un problema de identidad. He llegado a tal
grado de obsesión que me identifico con mi casa. La terraza es mi infancia, el
comedor mis padres, el dormitorio el parto de los chicos, la cocina mi abuela.
Es como si mi memoria hubiese cuajado de pronto y mi biografía entera fuera un
cubo de cemento portland. Y claro, eso no es razonable. Pero por mucho que me
lo afeen, no daré el brazo a torcer: en cuanto asome la patrulla del desahucio,
yo los frío con el lanzallamas.
Me gusta, y mucho, el giro del final, en el que el texto - hasta entonces fantástico - adquiere la carga dramática de esa realidad que denuncias. Y lo haces sin cambiar el registro, el tono de la pieza. Creo que es de esas historias en las que la sonrisa inicial se vuelve al final amarga. Abrazos.
ResponderEliminarMe gusta mucho. La patria de un ser humano finalmente es su infancia, como decía Rilke. Un abrazo y enhorabuena por el texto.
ResponderEliminarAyudo a sostener el lanzallamas, esa patrulla un día puede venir a por mi :)
ResponderEliminarMe gusta esa vuelta final, después de lo fantástico del relato. La vida es la casa... buena metáfora. Una abraçada.
ResponderEliminarAY que no me esperaba este desenlace...
ResponderEliminarEs que es verdad nuestras casas terminan siendo parte de nosotros y nosotros parte de ellas, si nos la arrebatan de golpe es como si nos quitaran la vida de golpe.
Me gustó mucho, mucho, antes de marchame lo releeré de nuevo.
Un besito :)
Muy acertada cada una de las estancias con cada uno de los familiares y recuerdos. Me resulta acertada la voz narradora, más cuerda de lo que parece indicar.
ResponderEliminarY finalmente, coincido con Manu, esa infancia y el hogar son el último reducto al que uno se agarra y que no debe perder. Así que, si hay que echar mano del lanzallamas, pues eso.
Abrazos
Tengo algo escrito también con este tema, Susana,pero no sé si lo he expresado tan bien como tú. Últimamente me quita el sueño pensar en todas esa personas a las que les están arrebatando todo. Sí, una casa es una cosa, sí, pero es nuestra cosa, algo que está, con el tiempo, llena de recuerdos y forma parte de nuestra biografía. Como dice Xesc, si hay que ayudar con el lanzallamas, pues eso.
ResponderEliminarMuy buen texto.
Besitos
Las casas se denominan hogares, y un hogar no es un vocablo cualquiera. Son los lugares donde habitan nuestros sueños, nuestros amores, nuestras risas, nuestras lágrimas. Mimetizarse con nuestras casas, implica que esas pareden se llevan mucho de lo nuestro. Me ha sorprendido el lanzallamas, porque es una palabra que no esperaba y que de repente no le he encontrado relación con la casa. Es como si hubiera surgido de mano del narrador, como por arte de magia. Si me lo permites, me hubiese encantado un elemento más relacionado : sea una cerradura de siete llaves o una chimenea que arde por la ventana. ;)
ResponderEliminar¡Buen texto Susana! ¡me ha gustado mucho!. Y el título es muy apropiado también.
Un besote.
A diferencia de otros lectores, no veo nada de ficción en la primera parte, muy por el contrario, la casa es el depósito de las identificaciones del sujeto. De allí que nazca el famoso test HTP (Home, Tree, Person).
ResponderEliminarAhora bien, la ficción aparece al final, pero es una ficción que bien podría convertirse en una realidad.
Me pareció un micro teórico en donde se patentiza la defensa del uno mismo, a costa de lo que fuera.
Un abrazo.
HD
Nos gusta echar raíces, bien enterradas, bien profundas. Ahí está la memoria, la añoranza, los recuerdos. Un pasado que sí fue nuestro, frente a un futuro que vaya usted a saber, y que puestos a escoger, me quedo con el pasado. No sé. Igual ocurre con los negocios, los trabajos, las relaciones de pareja, nos pesa el pasado.
ResponderEliminarEscuchas a unos "pensantes" y lo retrógrado es comprar, hay que fomentar el alquiler -dicen-, pero luego se "identifican" como en tu micro, se enraizan en la cocina, el salón, la terraza, y su mundo, su futuro no ve ninguna salida más allá de sus cuatro paredes, o eso o el lanzallamas. Yo tal vez fuese de estos, pero me gustaría no serlo. Admiro a toda esa gente que sale en los doscientos programas de españoles, andaluces, extremeños, etc por el mundo, en lugar de escoger pasado se pusieron a escribir su futuro, bien lejos, de casa, de su terraza, de su cocina, de sus seres queridos, y son felices dentro de un orden.
Vaya rollo. Ya no lo voy a borrar, excuse me.
Gracia Susana, un beso.
Para mi este micro nos presenta una ejecución virtuosa del recurso del extrañamiento en el que el lector, al decodificar el sentido percibe la plurisignificación del texto en sus diversos matices.
ResponderEliminarPero, por si lo anterior fuera poco, logras dotarle de un final que impacta en la medida que se pega a la realidad. Una realidad que duele y emociona.
Un trabajo magnífico, Susana. Para ponerse a aplaudir y no parar hasta el martes que viene.
Un abrazo,
Jajajaja, creía estar viviendo un dejavú de esos. Qué susto me pegao!!! jajajajaj
ResponderEliminarPues lo que luce, Susana, lo que luce... Me encanta, sí señor. Lo dicho, un motor.
Un abrazo, y grande.
Muchas gracias por vuestros puntos de vista, AGUS, MANU, WALTER, VICTOR, NIEVES, XESC, ELYSA, LAURA, HUMBERTO, ARTE PUN, PEDRO y MIGUELÁNGEL. Un abrazo a todos y cada uno.
ResponderEliminarHas conseguido de un tema doloroso como es, arrancarme una sonrisa.
ResponderEliminarCon tan pocas palabras has dicho algo muy cierto, nuestra casa es como nuestro cuerpo, hay un intercambio de sensaciones y eso explica que a algunas personas les cueste tanto salir de ella, aunque no las echen.
Yo me apunto para dar más fuerza al lanzallamas.
Abrazos
LLego tarde,como últimamente tarde a todo, pero llego.
ResponderEliminarNuestra casa es una extensión de nosotros mismos, el cajón donde guardamos nuestra vida y nuestros sueños. Que saque el lanzallamas para defenderlo. Yo también lo haría.
Me ha gustado mucho Susana.
Besos desde el aire
Claro Susana, los del desahucio son el miedo, la extracción. Como dicen en un comentario, iniciaste un relato fantástico y luego dejaste una idea sobre un contexto que se padece.
ResponderEliminarAbrazos.
Cuanta razón tienes Susana y que bien te has definido como cubo de cemento portland. En mayor o menor medida ese cemento se ha usado en todas las dependencias de la casa. Es algo que está incrustado día a día.
ResponderEliminarPero te te digo una cosa, los que hemos sufrido algún tipo de desahucio sin posibilidad de lanzallamas, todo esto lo terminamos asemejando a quien pierde un miembro de su cuerpo. Aunque no lo tengas, de alguna manera sigues sintiéndolo.
Muchas veces los psicólogos son los verdaderos descubridores de talentos cargados de fantasía.
Un beso
¡Wow! ¡Qué final! Fantástico.
ResponderEliminarSaludos...
Yo tengo un lanzadamas. ¿Quieres probarlo? :-)
ResponderEliminarBesos
Me ha encantado. Nuestra biografía se confunde siempre con un espacio. Somos una especie de animales territoriales que marcamos el terreno y éste nos marca. Me encantaría haber nacido y morir en la casa en que nació y murió mi padre... pero eso ya con los pisitos monísimos que tenemos no tiene nada de romántico. Aún así, el pisito con sus cuartitos son los nuestros... y todos los cacharros que hemos ido metiendo son nuestra historia personal. Me gusta la performancia del lanzallamas.
ResponderEliminarISABEL, ROSA, ESKIMAL, ENMASCARADO, JUANITO, ODYS y JUAN, muchas gracias por pasar y por acompañarme con vuestras opiniones. Un abrazo bien grande a todos y cada uno.
ResponderEliminarLlego en víspera de la siguiente entrada para visitar tu casa... y me siento más intruso que nunca. ¿Porqué será?
ResponderEliminarUn abrazo.
En esta casa nunca es tarde para pasar, FERNANDO, gracias. Con los amigos no sacamos el lanzallamas, jeje.
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