La señora María ha elegido el día
de hoy para cortarse las uñas. Las veinte. Sentada en la tapa del inodoro (no
está para equilibrios de taburete) sumerge los pies en el bidet. Se hace los
pies (lima las callosidades) y luego envuelve pieles y uñas en un trozo de
papel higiénico, que tira al váter.
Un laberinto de desagües después,
el apetitoso manjar llega al cocodrilo de cloaca. Escamas de humano es mejor
que nada. Educado en la austeridad, pero heredero de instintos ancestrales, el
monstruo albino paladea el bocado y lo dormita en una lenta digestión. Soñar le
alarga el disfrute de la delicatessen del día.
Es verdad que la mala suerte ha
relegado a Antonio al peor puesto del alcantarillado, y que suele despotricar
por ello, pero hoy reza con ferviente gratitud al toparse con el cocodrilo que
ronca. Pensar que lo había tomado por una leyenda urbana. Pensar que está a un
palmo de sus horribles fauces. Pensar que se acuerda de su madre cuando ve
callosidades en las zarpas. Pensar que ella solía decirle: te protegeré
siempre.
¡Pero qué bueno! Desde el título, un texto excelente.
ResponderEliminarLo comparto.
Un abrazo.
Cuando lo perdemos o lo damos por perdido es cuando solemos valorar mas las cosas... Es un hecho!
ResponderEliminarPrefiero pensar en el cocodrilo de cloaca como una clásica leyenda urbana... que miedo... que repelús....
Buenisimo el relato de hoy!
Besos :)
¡Qué soberanamente bueno, Susana!
ResponderEliminarTal como dice Sara, desde el titulo en interrogante -que no disimula su carácter catafórico- hasta las reflexiones finales que nos llevan de inmediato a la relectura para disfrutar, sólo para disfrutar.
Me aprovecharé de las palabras de Angel Olgoso y diré que en el alma de este micro vive la "escurridiza anguila de lo inaudito".
Un abrazo,
Me aprece un microrrelato muy, muy bueno. Me encantan esas tres historias que narras con ese hilo conductor algo "escatológico". Enhorabuena. Me lo he pasado muy bien leyéndolo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me sorprende el tono naif del texto, así como la figura del cocodrilo. También la variedad de registros, desde ese comienzo realista hasta la irrupción del elemento fantástico. Y el título me desconcierta, pues va más allá del tema del destino que cifras en la etiqueta. Coincido plenamente con la cita de Olgoso que trae a colación Pedro.
ResponderEliminarAbrazos.
Bueno, eso te pasa por cotillear en mis etiquetas, jaja... Y es que en lo que a títulos se refiere, para mí sí que son escurridizas anguilas. Igual sí que se pasa de desconcertante... no era la intención.
EliminarEn mi caso, tuve que hacer un doble trabajo mental, pues por estos lares no se escucha ese mito urbano, pero puedo imaginarlo.
ResponderEliminarPor cierto, las promesas rotas dan la posibilidad de quejarnos: costumbre cada vez más usada.
Un beso.
HD
Tu micro me ha recordado a "Vidas Cruzadas" con sus historias entrando y saliendo.
ResponderEliminarEnhorabuena Susana.
Besos desde el aire
Leer que son las veinte, porque sí, podían haber sido diez, pero no, porque me supongo yo que así querría ella proteger a su hijo, con todas las uñas.
ResponderEliminarEs genial, Susana, me lo he pasado muy bien imaginándolo.
Besos.
Que existe la señora María esta claro que sí, los montruos en las cloacas, también, las callosidades, ni lo dudo. Todo real como la vida misma. Y vuelves a demostrar que eres elegante hasta hablando de cloacas. Ahora, lo que me despista es el título. ¿A qué viene ese reproche cuando la madre lo protege y hace que el cocodrilo ronque mientras él puede salir que se las pela por una boca de alcantarilla, correr calle abajo? ¿O es que no lo he entendido, Susana?
ResponderEliminarUn abrazo hasta que vuelva.
Bueno, mi idea era que la madre lo protege con uñas y pieles y efectivamente cumple su promesa, pero Antonio ni se entera. Y eso es injusto, porque de las promesas rotas sí que nos enteramos (y ponemos el grito en el cielo). ¿Por qué muchas veces ni siquiera advertimos las cumplidas? En mi imaginación, el título sería una "reflexión retórica" al respecto... Pero con esto sólo te justifico el itinerario que he recorrido para encontrar el título, no te digo en absoluto que sea bueno o acertado, ya que reconozco que los títulos se me dan muy mal en general. O sea: que se aceptan propuestas, alternativas, consejos y lo que sea, que me cuestan mucho. Besos.
EliminarBuenas noches Susana. Me gusta el tránsito desde la imágen más real - la mujer y sus cutículas, sus pieles y sus uñas - pasando por lo fantástico, hasta aterrizar con el pobre Antonio, un ser que no se entera mucho según nos cuentas y que sólo retiene la continua queja por todo aquello que no se cumplió. Pues ...¿qué decirte? ...que me gusta y que creo que has construido una complejidad reflexiva a través de tres escenas muy gráficas.
ResponderEliminarEn cuanto a los títulos, puedo "recomendarte a un amigo" que es experto en ello, pero una servidora...depende del día. ;)
Besos para tí, Susana.
La imagen de la madre que protege a su hijo, aun sin saberlo, es todo un hallazgo. Y todo a partir de un acto cotidiano, sin trascendencia aparente.
ResponderEliminarMe encantó cómo has hilvanado los tres personajes y unido tan bien con un hilo de causalidades.
Abrazos maternales.
Hola Susana. Me encantó este relato, me hizo reir, me dejó pensando, tuve que releerlo porque siempre me parecía que algo se me había perdido. Es genial!
ResponderEliminarY no le cambiaría el título, no no no.
Un saludo!
ah! por estos pagos estamos de día de las madres este domingo. Así que nunca tan oportuno tu relato.
ResponderEliminarSaludos otra vez! :)
Muchísimas gracias por pasar y comentar, SARA, NIEVES, PEDRO, FERNANDO, AGUS, HUMBERTO, ROSA, ISABEL, MIGUELÁNGEL, LAURA, LOLA y ANA. Como decía Lola (me ha gustado mucho), un arbazo maternal para todos.
ResponderEliminarHola Susana, pues yo no lo he pillado a pesar del título conductor. Luego, tras leer los comentarios y tus respuestas lo he encajado, pero me chirría.
ResponderEliminarBesos
Está muy bueno, Susana. Me resulta diferente a tu producción anterior... cuando me de cuenta por qué te lo transmito.
ResponderEliminarEn las alcantarillas de mi ciudad solo están las tortugas ninja. Ah, eso era en Nueva York... bueno, nada... espero no enterarme qué hay rondando por ahí abajo...
Bordado, para no variar Susana. Será que tus texto los leo con mucho respeto, tanto que termino saboreandolos, cosas que en este caso...el temita se las lleva.
ResponderEliminarLas tres historias necesitan una segunda lectura, y una tercera si cabe, o la ayuda del comodín del público, ya que de tanto que las quieres llevar, terminas temiendo perderles el hilo.
Creo que la entendí bien y por ello te felicité, pero -no es ningún pero de reproche-, respecto al título, creo que mientras más juegues al despite, o al menos eso trato de hacer yo, más te aseguras que te han leido al menos dos veces para comentar. Mejor eso que comentar ambigüedades o improperios de estos que terminas preguntandote si realmente lo han leido. Mejor que te lean cuatro, pero bien.
Cuando aprenda, me gustaría escribir como tú.
Besitos.
¡Qué generoso eres! Un millón de gracias, Enmascarado. Eres muy amable.
EliminarMuy protectoras somos las madres... Mu bonito el relato y con un final muy llamativo.
ResponderEliminarSaludos.
Excelente.
ResponderEliminar¡Saludos!
ARTE PUN, LUCAS, ENMASCARADO, CASA ENCENDIDA, JUANITO: bienvenidos y muchas gracias por pasar y comentar. Abrazos.
ResponderEliminarEn el mundo de las oscuridades sobreviven los albinos, una linda ironía de la naturaleza.
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos, me quedo.
Vaya Susana, como otro comentario, el mío está lleno de la duda. Aün así no le quita un sabor de esperanza al relato. Espero leerlo de nuevo para analizar como llegó Antonio al alcantarillado. Me vna a creer sonso acá, je. Abrazos.
ResponderEliminarAh, lindo cuento de tres historias que son una. Me pregunto si yo podría reconocer como callosidades humanas unos despojos en la oscuridad de la cloaca. Es ojo de alcantarillero hijo de madre pulcra.
ResponderEliminarA esta señora María ya la conozco, no es la primera vez que leo cosas de ella.
ResponderEliminarMe gusta como has hilvando la historia, igual que el proceso que lleva a esas callosidades a salvar la vida del hijo, aunque él nunca lo sabrá.
Y el título, no sé, no está mal, o ese o Historia de unas callosidades que no es muy lírico que digamos. Si se me ocurre algo apropiado, vuelvo.
Besitos