Cuando
vuelve, ya de noche, Wang Yu está cansado. Sus movimientos son lentos. Desea
cobijarse en la paz que acuna la casa, descansar de su propia vejez. Pero hoy
el silencio es extrañamente denso. Lo ha sabido nada más llegar. Hoy, el té y
el cuenco de arroz esperan intactos sobre la mesilla. Wang Yu comprende que el
verdadero otoño ha llegado a su vida.
De madrugada no acude al huerto para
trabajar en los cultivos, como siempre. Hoy entrega el cuerpo de su esposa a la tierra. Reza.
Después, como si hubiera hecho las paces con el mundo, echa a andar por los
campos vecinos. Se interna en el prado y camina, camina solo, con la vista fija
en los pies, para eludir ese resplandor áureo que despunta en el horizonte.
No he podido resistirme. Susana, es mágico. Todo el relato tiene una atmósfera que te envuelve y sin artificios (al menos yo no los veo) nos cuentas una historia entrañable. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarA veces es estupendo que nos cuenten una historia de manera lineal y poética. Tienes la capacidad de pasar de lo rabiosamente complejo a la belleza de la simplicidad. Besos
ResponderEliminarUnas cuantas líneas, un bosquejo, y debajo... debajo, un agujero grande grande donde el lector puede empezar a dar cuerpo y forma y carácter y sentimientos a los personajes, de este modo la historia es en muy buena parte suya gracias a la pericia del que escribe que contó, ni nada más ni nada menos que lo justo.
ResponderEliminarUn poco así sois para mi este micro y tú.
Un beso
Genial...
ResponderEliminarUn camino que lo lleva por un haz de soledad y paz, esperando que abra la boletería para tomar su viaje y dejar su bicicleta para que descanse.
Qué maravilla, Susana.
ResponderEliminarUn abrazo.
He sentido el cansancio de Wang Yu y también su soledad como si fuesen propias. Me ha llamado mucho la atención cómo el protagonista utiliza al comienzo del relato la bicicleta para ir al mercado, tiene prisa, quiere volver pronto a casa. Y luego, cuando muere su mujer, camina, va a pie, su vida ha terminado y no tiene prisa en esa soledad que se extiende ante él. Absolutamente poético y maravilloso. Como ya te dije, eres una maestra. Un beso.
ResponderEliminarCoincido en la manera líneal y poética que señalaba Juan. Y destacaría el tono, que se mantiene sin estridencias de principio a fin. No deja de ser una derrota, pero se intuye cierta paz en el desenlace. Para mí, te acercas con suma inteligencia y precisión al concepto de vacío. Brillante, Susana.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Qué historia tan conmovedora!Se respiran los sentimientos de tu personaje. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludos
Una foto, eso es lo que imaginé, una instantánea muy particular de la vida de Wang Yu.
ResponderEliminarEmotivo y poético.
Un beso.
HD
Esta historia de otoño y adioses, que bien podía haber transcurrido en un pueblo murciano, tú la situas en China, o alredores..., dándole esa belleza exótica del bambú y el zen, y creando una imagen tenue, totalmente minimalista, donde por encima de todo destaca el dolor contenido y la soledad. Qué delicia.
ResponderEliminarHaces que los martes casi parezcan viernes, Susana.
Un abrazo, maifren,
"Hoy, el té y el cuenco de arroz esperan intactos sobre la mesilla. Wang Yu comprende que el verdadero otoño ha llegado a su vida". En estas dos frases se resume y concentra todo. Me llegaron. Abrazos, Susanna.
ResponderEliminarLa transición limpia y serena. Ritmo.
ResponderEliminarAbrazos transitados.
Que hermosa forma de contar. Muy lindo relato.
ResponderEliminar"Pedalea, pedalea hasta el mercado."
ResponderEliminar"...camina, camina solo,..."
Dos lazos para un pedazo de micro.
Lo del resplandor áureo no hace falta comentarlo, porque todo el mundo sabe que, cuando se te muere alguien, el atardecer o el amanecer son terriblemente anaranjados.
Abrazo
Gab
Es precioso, muy poético. Me contagias su pena, su soledad. Debe de ser muy difícil afrontar un nuevo día cuando éste es el primero de una nueva vida, solo.
ResponderEliminarUn abrazo
Precioso relato, Susana. "...cobijarse en la paz que acuna la casa, descansar de su propia vejez". Perlas como esta, que enhebran un bello collar.
ResponderEliminarAbrazos admirados.
Creo que es un hermoso relato en el que se nota ese verdadero otoño del protagonista. Sin ninguna estridencia, perfecto para este tipo de historias.
ResponderEliminarHermoso, muy hermoso.
Muchos abrazos
He podido sentir el vacío y la pena de Wang Yu.
ResponderEliminarPrecioso!
Besos :)
¡Qué preciosidad de relato Susana!, no sólo he sentido la sensación de abandono sino que también he mirado los pies mientras caminaba a la cocina. Al volver lo he releído porque me encantan sus manos apergaminadas, ese resplandor aúreo y esa taza de té que le espera.
ResponderEliminarJó, es muy bonito. Debieras ponerle un marco, de verdad. ;)
Un beso Susana.
Hay ocasiones en las que a uno ni siquiera le apetece desgranar el porqué de una maravilla como esta. Excepcional y punto.
ResponderEliminarAbrazos admirados.
Muchísimas gracias, FERNANDO, JUAN, LUISA, WALTER, SARA, MAR, AGUS, PALOMA, HUMBERTO, MIGUELÁNGEL, VÍCTOR, SERGIO, LUCAS, PROPÍLOGO, NIEVES TORRES, LOLA, ELENA, NIEVES, LAURA e IVÁN por leer este texto y dejarme opiniones tan bonitas y generosas sobre él. Quizá porque la muerte es uno de nuestros temas fundamentales, no necesitaba mucho artificio. Me satisface mucho poder llegar desde la sencillez. Abrazos a todos y cada uno, disculpadme pero últimamente tengo poco tiempo para responder uno por uno.
ResponderEliminarUna historia conmovedora. Felicitaciones!!!
ResponderEliminarTodo el texto mantiente el ritmo pausado de un hombre viejo y sereno. Una escena que debería ser muy triste, sin embargo, es un suspiro hondo.
ResponderEliminarConsigues transformar una historia triste en una historia de cuento, con un magnífico encuadre y una ternura que lo ambienta todo.
ResponderEliminarMe gustó, Susana. Gracias. Besos
Es suave como sus movimientos y como un decir sin decir que también desprenden estas personas cuando las observas.
ResponderEliminarPrecioso, Susana.
Un abrazo
que bonito Susana!!
ResponderEliminarUna pequeña joya!
Seguro, que con una maestra como tú, consigo dar forma a todas las ideas que hierven en mi parcela afectiva.
La foto te lleva de la mano, a ese resplandor aureo que despunta en el horizonte, sigámoslo
un abrazo
Lo malo de llegar tan tarde es que ya está todo dicho, Susana. Podría suscribir -letra a letra- muchos de los comentarios, el de Juan, el de Agus, el de Mar, el de Miguelángel, el de Elena, y así.
ResponderEliminarAsí es que me limitaré a contarte que me has emocionado, que tu protagonista ha llevado la cara de más de uno de mis seres queridos.
Un abrazo,
Repito lo que dice Pedro. Pero agrego algo. A pesar de lo que ha pasado, ese hombre de manos apergaminadas (que bonito) tiene cierta tranquilidad, cierta liberación que le llega desde una tristeza. Ese sentimiento no dicho es lo que me gusta del cuento Susana, genial. Ahora mi pregunta, supongo que algo tonta e ignorante, pero en fin ¿ Por qué estos personajes? ¿por qué situarlos en china? No es que lo critique, nada de eso, es simple curiosidad.
ResponderEliminarAbrazos.
No es una pregunta tonta, Eskimal, pero no sé responderla. La muerte me preocupa y me ocupo de este tema deliberadamente, pero en cambio, la ambientación y los personajes esta vez vinieron solos, me encontré escribiendo en este escenario y no sé decirte por qué. Quizá quería transmitir silencio y equilibrio y el marco oriental facilitaba la descripción de esas sensaciones. Un abrazo.
EliminarLAPISLÁZULI, YUN, ARTE PUN, ISABEL, ANÓNIMO, PEDRO, ESKIMAL, es un gustazo veros aquí y leer vuestras palabras. Muchas gracias a todos.
ResponderEliminarPrecioso relato Susana, con unas pocas palabras dibujas toda una vida, y sobre todo el final de una existencia conocida y el inicio de ese otoño incierto para este hombre solo. Qué cantidad de imégenes y emociones más diversas e ido viendo y sientiendo al leer tu cuento.
ResponderEliminarGracias, ha sido un regalo para hoy. Besos,
Qué maravilla de relato Susana, cuánto detalle bonito, es para tomar con una taza de té delante. Las culturas orientales toman el tema de la muerte de una manera distinta a nuestras costumbres, pero en este micro tan poético y gráfico he podido ver como el otoño ha dejado sin hojas las ramas de Wang Yu. Una muerte liberadora que cambia intereses, rutinas e intenciones en la vida. Habrá que llegar a viejo para comprender el paso por esta vida.
ResponderEliminarMe voy, como siempre, agradecido de haberte leido.
Un beso
Triste, pero muy bello. Me gustó mucho.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muy bueno, Susana. Tras leerlo, no he podido evitar sentir que resulte un alivio que la monotonía de su vida en bicicleta se rompa con ese cuenco intacto lleno de arroz. Y que a tu personaje viudo le ocurra otro tanto, y de ahí que, avergonzado, necesite evitar la belleza de la autora.
ResponderEliminarEstá escrito además con suma delicadeza, como ese gesto huidizo de tu personaje al cierre del mismo.
Un abrazo y enhorabuena
Fe de erratas: donde dice "autora", léase "aurora". que los dedos a veces son muy suyos...
ResponderEliminarMil gracias YASHIRA, ENMASCARADO, JUANITO y GEMMA por vuestra visión del texto. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSolo venía a darte las gracias por tu comentario en la Nave. Ahora soy un loco más. Y estoy muy feliz.
ResponderEliminarEs impresionante cómo transmites el cansancio vital. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarsaludillos
Solo te digo que me has emocionado, que he acompañado al señor Yu y que le he acompañado en su caminar.
ResponderEliminarBello es decir poco de este texto.
Besitos
Gracias ELENA, PUCK, ELYSA. Un abrazo grande.
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